El legendario reportero Tintín ha vuelto a Barcelona de la mano del artista callejero Dran. En la portada de su nueva aventura, el periodista que ha sorteado cientos de peligros en todos los continentes y hasta en la luna, cae derrengado ante una pared con una pintada en la que se lee: “Tintín en la Barcelona de Atila Kolau”. Rodeado de suciedad, botellas rotas y colillas, el belga yace con un cuchillo clavado en el brazo y un machete en el pecho. Al fondo, la silueta negra de la Sagrada Familia. En primer plano, una calavera y la pintada “Atila Kolau”.
No se trata de una obra reaccionaria pintada por gentes fascistas de Vox, Ciudadanos y el PP, ni por mercenarios a sueldo de Metrópoli Abierta o Crónica Global. Al contrario. Dran es un artista urbano nacido en Toulouse en 1979 y también conocido como “el Banksy francés”. Ambos comparten una visión crítica de la sociedad actual, del poder y de las poderosas y poderosos, y las exponen a plena luz de la calle sin temor a las censuras ni a las represalias. Para que se entienda, y para mayor vergüenza de Colau, si la tuviera, tuviese o supiese escribir tal palabra sin faltas de ortografía, pertenecen a lo que a finales del Siglo XX se llamó underground, contracultura o arte urbano rebelde. Pero de verdad. Como el que se hacía en aquella época en Barcelona. Y no como el de la actual costra de burguesitas asesoras de Colau, que orinan en la calle y se creen dignas de figurar en un museo Thyssen, aunque no la aceptasen ni en el Hermitage.
La K que Dran o algún imitador ha colocado a Colau, la enfrenta a su pasado okupa, a sus contradicciones vitales y a sus falsedades ideológicas. Cambiada Ada por Atila, se sugiere que arrasa Barcelona y que por allí por donde pisa o pasa ya jamás crece nada bueno, bonito ni barato. El sentido del humor de Dran para cuestionar la cultura moderna, el arte, la creatividad y la libertad de expresión es de un negro muy oscuro. De ahí que le venga como anillo al dedo para criticar el dogmatismo, revanchismo, frustraciones, rencores y atroz gusto estético de Atila Kolau. Además, siempre ha denunciado la represión y la manipulación sobre la creatividad de los niños, los matrimonios fracasados y la incapacidad de las parejas modernitas para conectar entre sí pese a no entenderse ni en el lecho con su polivalencia de género.
Dirán Kolau y su costra creativa que Dran es un reaccionario. O que la citada obra es un montaje falsificado en las redes. O callarán y escurrirán el bulto y el presupuesto público en obritas bobas de sus allegadas. No importa. Si ya han intentado cepillarse a Tintín, sólo falta esperar a ver qué harán con su perrito Milú y qué le pasará al viejo marinero machista y bebedor, capitán Haddok. Porque para expertas en manipulaciones y falsificaciones ya están ellas, su camarilla y nadie más.