Otra mala semana para Ada Colau. Incapaz de tener visión metropolitana, ahora le crecen enanos hasta en Reus. Pasa que la Generalitat ha propuesto que Reus sea una de las ciudades donde se establezca una oficina que tramite denuncias contra actos y conductas LGTBIfóbicas, servicio del que sólo dispone Barcelona. La iniciativa del consejero Chakir El Homrani acaba con el monopolio de Barcelona como capital abanderada de dicho movimiento. Así, Colau comienza a perder su aureola de reina de esa causa arco iris que luce tan cuqui en el diseño de su mascarilla. Todo ello supone otra merma de influencia, de capital humano, de diversidad y de posibles votos para un municipio comunero que gasta millones en promociones de la causa LGTBI. Justo cuando se debate una nueva ley sobre las personas trans en España y al borde de elecciones en Catalunya.
En marzo de 2017, Reus fue el primer municipio que firmó un convenio con la Generalitat para implantar un servicio de atención integral dedicado a erradicar la llamada LGTBI-fobia. Casi sin medios, además de atender a las personas afectadas, ayuda a tramitar cambios de nombres en las tarjetas sanitarias, asesora sobre orientaciones y transformaciones sexuales y combate estigmas y tabúes. Pero no cuenta aún ni con un psicólogo ni un abogado a pesar de atender a toda la comarca del Camp de Tarragona. Por el contrario, una de las primeras cosas de las que se vanaglorió Colau fue de un nuevo centro municipal LGTBI en un edificio de dos plantas y más de 1.200 metros cuadrados en el Eixample que no para de regar con dinero público para, textualmente: “luchar contra la violencia machista, la lesbofobia, la bifobia, la homofobia y la transfobia”.
Además, Colau da de comer a una Concejalía de Feminismos, Lesbianas, Gais, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales dedicada a resolver problemas ciudadanos de primera necesidad como “amor líquido, amor romántico, androcentrismo, empoderamiento, acoso sexual, ciber-acoso, cosificación del cuerpo femenino, cultura de la violación, eco-feminismo, manspreading, falo-centrismo, gordo-fobia, manterruption, micro-violencias machistas, misandria, pedantería masculina, puto-fobia, sexting, trabajadora rosa…”, según su web oficial. Mientras, Barcelona ya ha batido el récord de okupaciones por delante de Madrid. Y la concejala y mujer de confianza de Colau, Janet Sanz, es investigada por prevaricación, coacciones, obstrucción a la justicia y omisión del deber de perseguir delitos por la ocupación de otro edificio. Tampoco beneficia para nada a la alcaldesa que otro juzgado investigue al director general de la Generalitat que ha tolerado los cortes de tráfico de la Meridiana en los que Colau ha colaborado con pasividad y omisión de autoridad.
Resulte lo que resulte de las elecciones del día de las enamoradas y enamorados, dentro del movimiento LGTBI y del Feminismo serio de Catalunya y de Barcelona hay profundos desacuerdos con el culto a la propia personalidad de Colau y con su mirada puesta en Galapagar y cercanías. Además, su presuntuoso vedetismo de alcaldesa bisexual ya está ajado, pasado y ha perdido atractivo desde Reus hasta Sitges, por lo menos.