El separatismo siempre encuentra alguna teoría de la conspiración a la que agarrarse cuando las cosas no le van bien. La paranoia constante en la que se encuentran instalados es sin duda un buen indicador de lo asustados que están por las elecciones que vienen.
El último capítulo de sus teorías conspiranoicas lo hemos vivido no hace ni 48 horas en Barcelona, donde una trabajadora municipal ha descolgado carteles de JxCat con la cara de su candidata a la presidencia, Laura Borràs. Los hechos son sencillos de entender. Uno no puede colgar propaganda electoral donde le de la gana. Así de fácil. Los carteles de propaganda electoral hay que colocarlos donde toca, y eso no incluye lo de colgar carteles en las farolas ni paredes de nuestra ciudad. Una cosa son las banderolas y los espacios habilitados, y otra muy diferente el mobiliario urbano.
Es cierto que son muchos los partidos que se saltan a la torera las normas establecidas, y que durante la campaña electoral los partidos que cuentan con una fuerte militancia inundan las calles con carteles por todas partes, pero que muchos lo hagan no implica que esté permitido por las ordenanzas municipales.
También es cierto que a cualquiera con un poco de sentido común podría sorprenderle que los mismos que crean las ordenanzas municipales sean los primeros que las incumplan, pero eso ya es otro debate.
Como decía, son muchos quienes cuelgan carteles en espacios en los que no deberían colgarlos. Los de Ada Colau por ejemplo, durante la campaña a la alcaldía del pasado 2019 inundaron con carteles muchísimas zonas de Barcelona. Recuerdo perfectamente las paredes del mercado de La Marina inundadas de carteles con la cara de Colau en zonas no permitidas. Pero una cosa es que muchos se salten las normas y otra muy diferente tratar de dibujar una especie de persecución ideológica por algo como lo que ha sucedido con el cartel de Laura Borrás.
La reacción del separatismo en las redes ha sido brutal. Sus principales líderes y sus voceros habituales con Rahola a la cabeza han cargado contra la alcaldesa de Barcelona por el hecho de que una trabajadora de limpieza retirara los carteles.
Este es uno de los sellos del nacional populismo. Bajo un hecho cierto construyen un relato falso. ¿Es cierto que se quitaron carteles de Junts per Catalunya en la calle Asturias? Sí. ¿Es cierto lo que el independentismo está diciendo en las redes cuando afirma que hay un trato desigual? No. Intentar señalar a Comunes y al PSC diciendo que utilizan el gobierno de la ciudad para facilitar la campaña de sus candidatos es algo tan falso como ridículo.
Los líderes separatistas saben perfectamente que los servicios de limpieza del Ayuntamiento retiran carteles electorales del mobiliario urbano y saben que las ordenanzas municipales así lo establecen. Saben también que los carteles se retiran en cuanto se detectan, y que, desgraciadamente no contamos con tanto personal como para retirar todos los carteles en el momento en que se instalan. Son consciente también de que desde el inicio de la campaña los servicios de limpieza han retirado muchísimos carteles de diferentes formaciones políticas. Pero pese a saber todo esto faltar a la verdad no es un problema para ellos. Porque lo importante no es cumplir las ordenanzas de la ciudad. El único objetivo es crear un relato que les beneficie electoralmente. Que les permita seguir ordeñando el discurso victimista.
No hemos visto a ningún partido quejarse de la retirada de sus carteles ubicados en el mobiliario urbano. Y eso que hemos podido ver fotos vía Twitter de la cantidad de carteles que se han retirado desde los servicios de limpieza. Pero el separatismo necesitaba entregarse en cuerpo y alma a esta supuesta afrenta sobre la que, según ellos, debe dar explicaciones la alcaldesa.
Los debates en nuestra ciudad acaban estando siempre contaminados por una retórica grandilocuente que trata de buscar conspiraciones a diestro y siniestro. En Barcelona si uno se dedica a escuchar al separatismo puede acabar creyendo que siempre hay alguien moviendo los hilos para impedir que ganen. Desde malvados jueces que les hacen la vida imposible hasta una alcaldesa que parece ha dado orden de retirar solo los carteles separatistas.
Al final la conclusión no es más que una. El separatismo está asustado, y busca cualquier excusa para alargar la carta que siempre ha jugado y que cada día se muestra menos efectiva. El victimismo. Un victimismo que encuentra siempre enemigos a los que pedir explicaciones, a los que echar la culpa de su mala gestión y con los que polarizar hasta el extremo.
Son populistas de libro. Lo intoxican todo, y además lo hacen sistemáticamente con total impunidad. Si tienen que difundir delirantes teorías conspiranoicas lo hacen sin despeinarse. Si tienen que poner en el punto de mira a los trabajadores municipales mintiendo y señalando de forma injusta cuestionando su profesionalidad, lo hacen. Y si tienen que insultar no tienen el menor reparo. No olvidemos que son los mismos que se dedican a insultar a todo el que molesta o piensa diferente. Son los que nos llaman bestias taradas. O ñordos. O colonos. O fachas.
Hay que pararles los pies y demostrarles que no todo vale. Por lo pronto Manuel Valls ya los ha denunciado por calumnias. Veremos qué pasa cuando tengan que salir de su mundo conspiranoico y tengan que hacer frente a demandas que los devolverán de nuevo a la tierra.