Hay que ir a votar porque pese a lo que dicen los agoreros, la decisión de cada ciudadano en un día como hoy influye en la formación del Gobierno. Y mucho. Lo hace tanto si acude al colegio electoral y deposita la papeleta como si se queda en casa. Las dos opciones –legítimas-- se reflejan en los resultados.
Hay quien opta por la abstención como un rechazo al funcionamiento de las instituciones sin entender quizá que la inhibición es una forma de votar como cualquier otra. Puede ser una respuesta contraria a la gestión de los gobernantes, pero les favorece si la intención del abstencionista está lejos de apoyar su continuidad. Es lo que podría suceder en el caso de los catalanes respetuosos con el Estatuto de autonomía a los que la extrema confusión del momento –alimentada por la campaña electoral, por las instituciones autonómicas y por los medios de comunicación de la Generalitat-- les impide tener una visión clara de qué hacer, y optan por pasar.
Las últimas encuestas y los trackings conocidos ya en tiempo de descuento dicen que la recuperación de la candidatura de Carles Puigdemont (Laura Borràs) pierde fuelle, que las listas del PSC y de ERC se mantienen en cabeza con 32 diputados. En paralelo, desciende el número de indecisos y crece la participación. No solo no hay nada escrito, sino que los datos permiten soñar con la pérdida de protagonismo de los herederos de Jordi Pujol y Artur Mas, responsables de la desestabilización de Cataluña en la última década.
Está por ver el efecto en las urnas del cordón sanitario establecido por las organizaciones independentistas en torno al PSC y a Salvador Illa. La maniobra orquestada desde la ANC ha permitido, de momento, ver hasta dónde llega la sumisión de ERC al mundo del presidente fugado y a personajes como Elisenda Paluzie y Joan Canadell. Puede que se convierta en un boomerang, pero no para la CUP, JxCat o la, de momento, extraparlamentaria Carme Chacón, sino para los propios republicanos.
Tampoco podemos saber cómo se reflejará en las urnas el episodio de la negativa de Illa a hacerse la pcr de TV3. A todas luces se trata de una trampa infantil en la que Miquel Iceta no habría caído, pero en la que el exministro tropezó como el primerizo que es. Aun así, conforme pasan las horas su aspecto anecdótico cobra fuerza.
Hay que evitar la abstención también porque resta legitimidad a las instituciones políticas. El principio básico de la democracia es la representación popular, que pierde vigor cuando menor es la implicación de los ciudadanos.
La actitud de la Generalitat den este terreno --ladina, pero clara-- es reveladora. El conseller de Relaciones Institucionales, Bernat Solé, ha esperado a 24 horas de la apertura de los colegios electorales para garantizar que el 100% de las mesas podrán constituirse en tiempo y forma. Ha querido hacerlo así, a última hora, en lugar de salir de las informaciones que sembraban la zozobra entre los electores por el miedo al contagio del virus cuando tocaba.