Los catalanes han votado y el panorama no es que sea incierto, es lo siguiente. No sabemos quién gobernará, aunque en esto parece que el que tiene casi todos los números es Pere Aragonès, y, sobre todo, lo que no sabemos es como lo hará y quienes serán sus compañeros de viaje. Interpretaciones y valoraciones hay para todos los gustos y sensibilidades. No voy a entrar en este análisis, pero sí quisiera destripar lo que ha pasado en la ciudad de Barcelona.

Los comunes de Ada Colau han quedado en cuarta posición con apenas 57.078 votos, el 9,19%. No es un buen resultado, no tanto en números absolutos y porcentajes porque los procesos electorales no son comparables, pero pone en evidencia que los comunes pierden fuelle en todas las elecciones. No es la foto fija de ayer, es la foto de la evolución de resultados desde 2015. Desde 2017, Ada Colau se ha dejado 30.000 votos más en el camino.

El PSC obtuvo un gran resultado. Hacía mucho tiempo que los socialistas de Barcelona no ganaban en unas autonómicas en la capital de Cataluña. Les faltó un punto más en el resultado, pero Jaume Collboni puede presentar unas buenas credenciales en la ejecutiva del PSC. 146.370 votos y un nada despreciable 23,56%, subiendo casi 10 puntos desde 2017. Ahora, solo le falta al número dos del Ayuntamiento presentar unas buenas credenciales en las próximas municipales. Tiene tiempo por delante para marcar su propio perfil, que hasta ahora no ha sido lo evidente que muchos socialistas desean para frenar ciertas veleidades de los comunes, sobre todo de algún que otro esotérico concejal.

En el mundo independentista, JxCAT perdió por la mínima frente a ERC. Ambas formaciones han perdido 130.000 votos. Los republicanos se han dejado en la cuneta más de 73.000 mientras que los neoconvergentes han perdido algo más de 50.000. Para los de Artadi ha sido más sangrante la escisión del PDeCAT porque la suma de ambos le hubieran dado el liderazgo en el mundo independentista. Se han quedado con 111.021 votos, el 17,87% por 128.686 de ERC.

El voto cabreado de derechas e izquierdas empatan prácticamente. VOX consigue imponerse a la CUP con un estrecho margen. Los neofascistas han obtenido 44.393 votos, un 7,15%, mientras que los cupaires recuperan posiciones con un 6,91% y 42.997 votos. Y en el centro derecha españolista, desconsuelo y fracaso. Ciudadanos se deja más de 180.000 votos, logrando un exiguo 6,23% y 38.668 votos, mientras que el PP vuelve a perder votos, aunque parezca mentira, y obtiene solo 32.897, todo un fracaso.

Insisto en que, ciertamente, las elecciones no son comparables y cada convocatoria tiene su qué, pero los resultados de ayer no son baladíes. Colau ha perdido su impronta desde aquellas, no tan lejanas, elecciones de 2015. La ilusión es ya un recuerdo, y solo han pasado seis años. La acción de gobierno es manifiestamente mejorable. De hecho, llamar acción de gobierno a lo que ha hecho la alcaldesa es ya una boutade. Colau está aplicando una política que está haciendo languidecer a Barcelona. La pandemia la ha acentuado, pero se habían sentado las bases porque no hay una idea de Barcelona en Colau. Collboni sí la tiene, pero a los socialistas les falta un punto de arrojo. Seguro que esperan su momento, porque en política la gestión de los tiempos es importante y fundamental. Pero a los que aspiramos a un cambio de Gobierno municipal, al menos en su liderazgo, se nos antoja que se está desperdiciando un tiempo precioso. Quedan dos años, si el PSC no espabila se puede dejar el paso libre a un gobierno independentista en la ciudad. Con Ciudadanos y PP no se puede contar, porque bastante tienen con lamerse sus heridas, que son graves y profundas. Y con Valls, a este paso, tampoco. Las elecciones dan lecciones y sirven para aprender.