Ninguna violencia está justificada para defender una idea. En estos días, las manifestaciones de apoyo a Pablo Hasél han degenerado en orgía violenta, robos y destrozos. La sentencia por injurias a la corona es un anatema en nuestra democracia. Condenar a cárcel por escribir canciones debe tener límites en la libertad de expresión fuera del Código Penal, aunque lo que hace este tipo es de mal gusto y lo que está claro es que no es arte. Será otra cosa, pero ni es arte ni es cultura. La excusa de Hasél es una mala excusa, porque este tipo es una joya. Solo hay que ver sus tuits, una forma barriobajera de defender sus posiciones que por legítimas que sean no pueden desear la muerte de tu adversario. Eso no son ideas políticas, es matonismo puro y duro, como el que utilizó con un periodista de TV3 o con un testigo que dijo lo que no quería oír. El señor Hasél está cerca de ese fascismo, de esa intolerancia que dice combatir.

Y los que salieron a la calle, muchos de buena fe, se vieron envueltos por estos grupos violentos que se piensan que la revolución pasa por quemar un contenedor. Grupos que dicen haber sido agredidos por la policía, cuando son ellos los que quieren un policía muerto, como decía Hasel en algunos de sus tuits. Estos son chusma, unos irresponsables que utilizan cualquier excusa para salir a liarla. Desde un triunfo del Barça a cualquier otra cosa.

Pero los irresponsables de verdad son los que desde las instituciones se han puesto al rebufo. Justificar la violencia porque son jóvenes sin futuro, es un argumento peregrino, tanto como aquellos que defendieron la violencia en el procés porque era una forma de libertad de expresión. Irresponsables son los partidos que todavía sustentan al gobierno por dejar a la policía al pairo. Un alto responsable policial me decía este sábado pasado “qué país estamos construyendo, flirteando con la violencia”. No es para menos. Ahora resulta que asaltar una comisaria como la de Vic es de lo más normal que se saluda desde un partido, la CUP, con un “gracias Vic”. Los Comunes, con Ada Colau llegando siempre tarde y mal, ERC pidiendo una investigación sobre las malas prácticas de los Mossos, para adelantarse a Junts per Catalunya que también lo ha hecho. ¿Malas prácticas? Manda narices. Vándalos, irresponsables, saboteadores destrozándolo todo y la policía los tiene que recibir de rositas. Legalizar la violencia, amparar la violencia, no augura nada bueno. Tiene mucha razón Salvador Illa cuando dice que quién no defienda a los Mossos está inhabilitado para gobernar Catalunya.

Foment del Treball ha tenido arrojo y ha salido en defensa de los comerciantes a los que sólo les falta esto para “joder” más la situación, y en defensa de esos que dejan su moto aparcada en la calle y unos gilipollas se la queman porque es la lucha contra el sistema, mientras viven en casas bienestantes porque papá corre con todos los gastos. La patronal lo ha hecho sin pelos en la lengua, con un comunicado de los que no se recuerdan, una carta abierta “a los irresponsables que, cuando no halagan a los causantes, busca y exponen mil y un argumentos para justificar el ejercicio de la violencia”, “a los irresponsables que cierran los ojos como si entendieran que no es obligación del Gobierno en funciones velar por los bienes públicos y privados y por la seguridad y derecho de los ciudadanos, aunque abdicando de una de las más relevantes funciones de quien, legítimamente y democráticamente, ostenta la autoridad” y “a los irresponsables a los que no parece preocuparles demasiado que sus hijos estén destrozando junto con los contenedores, los cristales y los comercios, la reputación de Cataluña”. No puedo estar más de acuerdo.

A los responsables de los disturbios, los robos, los ataques a los policías les tiene que caer todo el peso de la ley, y a los responsables intelectuales se les tiene que caer la cara de vergüenza. Colau, Aragonés, Borrás, Junqueras, Echenique, Asens, y el propio conseller Samper que le tiemblan las piernas, son los primeros irresponsables. ¡Qué país! No hay peor ciego que el que no quiere ver, pero justificar la violencia es el primer signo de decadencia.