Cuarenta chefs españoles de fama internacional se han unido en un anuncio de cerveza para seguir construyendo “la gastronomía más reconocida del mundo”. “Siempre autocríticos”, “con humildad” y “mediterráneamente”, como dicen que es nuestra manera de vivir. Otros cuatro chefs barceloneses han concluido en un acto del Círculo Ecuestre que “Barcelona agoniza como capital gastronómica pese a ser un referente mundial en el sector, porque tiene un modelo de ciudad que perjudica a la restauración”. Y para acabar con toda esperanza, Ada Colau contraataca y envía una carta a los barceloneses en la que denuncia que “el sistema alimentario dominante es en parte responsable de la emergencia planetaria”.

Dispuesta a exterminar lo poco bueno que queda de la ciudad y su prestigio, la alcaldesa se entromete ahora hasta en las cosas de comer. Dictamina qué deben ingerir las niñas y niños. Decreta que hay que recuperar una indefinida “soberanía alimentaria”. Descubre que el comercio de proximidad es un “tesoro” cuando ella ha tomado todas las medidas posibles para borrarlo del mapa. Y ahora que ya es demasiado tarde, lo humilla aún más con unas bolsas publicitarias fabricadas en China. Asegura que todo esto “fortalecerá nuestra economía”. Receta productos ecológicos directos del payés. Reivindica “la sabiduría de la cocina de nuestras abuelas”. Añade un folleto multicolor con dibujos cursis donde en el recetario de cada temporada únicamente constan frutas y hortalizas, desaparecen las carnes, pescados y otros alimentos, y se sugiere hacer mermeladas amargas de las naranjas sobrantes. También anuncia que este año Barcelona será Capital Mundial de la Alimentación Sostenible.

Es difícil agrupar tanto tópico falso y científicamente indemostrable en tan poco folio. Resulta sospechoso que se tire tanto dinero público en tanta propaganda ridícula. Parece milagroso que Colau haya descubierto algo de economía o de soberanía. Fascina que intervenga en asuntos dietéticos cuando se supone que se ve cada mañana ante el espejo o sobre la báscula. Es normal que lo ignore todo de la gastronomía catalana tradicional y de vanguardia. E insuperable ejercicio de cinismo que ose hablar de buena alimentación en una ciudad donde aumentan las colas del hambre. Y donde la restauración, la hostelería y el pequeño comercio la culpan directamente de la mayoría de sus males mientras cierran sus negocios. Porque nunca han recibido apoyo institucional de una alcaldesa que los ignora y detesta.

Como ególatra, autoritaria y caprichosa, los delirios y desbarajustes mentales e ideológicos de Colau se agravan y perjudican cada vez más a la vida y libertades cotidianas de la ciudadanía. Porque Ada no es humilde, ni autocrítica ni creativa como las abuelas cocineras y los grandes chefs. Y cuanto más desata su impotencia para disimular su incapacidad, más deja al descubierto su falta de preparación y la arrogancia de su ignorancia. Por eso no es raro que ahora intente imponer sus ideas culinarias. Aunque se nota que pertenece al colectivo de berzotas que cuando van a la compra no saben ni diferenciar entre los huevos de payés y los de gallina.