El pasado 19 de febrero se celebró, como cada año, el Día Internacional contra la Homofobia en el Deporte. Dicha fecha no es baladí, ya que conmemora el día de nacimiento del inglés Justin Fashanu, el primer futbolista profesional que hizo pública su homosexualidad de forma abierta en los medios de comunicación.
¿Es necesario aún recordar esta efeméride celebrando anualmente una jornada reivindicativa? A tenor de la realidad social que vive el deporte en España, más agravado si cabe en determinadas disciplinas respecto a otras, parece oportuno pensar que sí.
Partiendo de la base que la declaración pública de la orientación sexual de cada persona pertenece a la esfera privada del individuo, cabría hacerse algunas reflexiones. ¿Cuántos jugadores de fútbol masculino de Primera o Segunda División han salido del armario? ¿Cuántos conocemos en el baloncesto? ¿Cuántos entrenadores? ¿Por qué es cada vez más habitual que actores, cantantes, políticos, periodistas, artistas en general, hablen abiertamente de su sexualidad, pero en cambio no lo hagan los deportistas, en especial más si cabe en el género masculino?
Diferentes teorías se han expuesto para explicar esta realidad. En primer lugar, el miedo de los deportistas a recibir insultos en los estadios, vacíos ahora por la pandemia, y también en las redes sociales o en el ámbito privado, parece ser uno de los grandes obstáculos para que las personas LGTBI puedan vivir con libertad su orientación sexual en la esfera deportiva. Y en segundo término, pero no por ello menos importante, por el miedo a ser rechazados y no ser contratados por los clubes, o por perder los suculentos patrocinios deportivos, con los cuales muchos deportistas engrosan gran parte de sus beneficios salariales.
En materia LGTBI falta aún mucho por conseguir, pero el sector del deporte es uno de los más rezagados en la normalización del colectivo. Falta mucha pedagogía, en las edades más tempranas, y se echan en falta grandes deportistas referentes que hayan abierto el camino para el resto de generaciones. Es cierto, sin entrar en nombres, que los ha habido, tanto masculinos como femeninos, en otras disciplinas, hecho que es de agradecer y vale la pena recordar; pero no es el caso del llamado deporte rey español. Visibilidad y fútbol, desgraciadamente, no van de la mano, ni en España ni en el resto del mundo.
El PSOE ha sido y es el partido de referencia de los avances del colectivo en nuestro país. Todo paso realizado ha venido de la mano de nuestro partido. Los derechos conquistados hasta ahora vienen firmados con nuestras siglas. Sin olvidar esta constatación, no podemos caer en la autocomplacencia. Debemos impulsar, de la mano del ecosistema deportivo y del sector educativo, un verdadero impulso a la enseñanza deportiva con valores. Cualquier progreso, por pequeño que sea, puede ser clave para erradicar la latente lgtbifobia que convive en el mundo del deporte, y también para seguir erradicando el miedo y la discriminación. Aún queda mucho camino por recorrer en la normalización de la condición LGTBI en el deporte. ¿Nos ponemos a ello?