17 años han pasado desde que el Consorci de la Zona Franca de Barcelona adquirió los antiguos cuarteles de Sant Andreu. Unos cuarteles que fueron inaugurados en el año 1929 y que durante el levantamiento en el año 1936, diversos voluntarios y falangistas intentaron proteger por la gran cantidad de armamento que se encontraba en su interior. Días más tarde los milicianos se apoderaron del recinto. Unos terrenos que albergaron posteriormente al regimiento mixto de artillería nº 7 y el nº 72 de costa, y no fue hasta el año 1998 que el Ministerio de Defensa, propietario de estos cuarteles, los dejó fuera de servicio. En el año 2004 el Consorci de la Zona Franca adquirió los cuarteles pagando por ello más de 80 millones de euros.
Esta adquisición tenía por objetivo ganar un nuevo espacio de la ciudad para poder construir nuevos equipamientos para el barrio, acompañado por un gran número de edificios de vivienda protegida, dotacional y libre, y una amplia zona ajardinada como pulmón verde para las delicias de los vecinos. Este proyecto de urbanización se encargó al arquitecto urbanista Manuel de Sola-Morales, y el propósito para la construcción de cada uno de los edificios que conformaban este gran proyecto urbanístico era que fuera encargado a un arquitecto que hubiera obtenido un Premio FAD de arquitectura a lo largo de su carrera profesional. Un criterio que pretendía, gracias a estos profesionales premiados, garantizar la calidad arquitectónica de todo el conjunto.
Se redactó una propuesta urbanística muy estudiada en cuanto al diseño de las zonas verdes y parques, así como el emplazamiento de los edificios. Dibujando una espina dorsal en el eje del Passeig de Torras i Bages donde se ubicarían viviendas y comercios. El proyecto pasaba por construir 130.00 metros cuadrados de viviendas, 100.000 metros cuadrados de equipamientos y un parque de 22.000 metros cuadrados. Todo ello en unos solares vacíos y planos, de aproximadamente 11 hectáreas, que aún hoy en día están por acabar. Curiosamente, como se describía en el año 2009 por el mismo Consorci en la presentación del libro de las Casernes “Urbanitat Capil.lar”, editado para la ocasión y con el texto de Eric Tintoré, se destacaba: Con la construcción de este barrio, el Consorci demuestra ahora toda su potencialidad, ya que es benefactor y ahora dinamizador y generador de la vida ciudadana, y con esto devuelve a la sociedad los beneficios que obtiene de su singular régimen económico-fiscal.
Pues bien, la transformación urbanística de estos grandes solares,no solo se ha retrasado sino que también ha sufrido durante estos años diversas fluctuaciones y cambios de uso en los equipamientos que previamente estaban proyectados. Como son, la propuesta de instalar una zona deportiva en los terrenos que se cedieron en el anterior mandato del antiguo Delegado del Consorci de la Zona Franca a la Hermandad de los Antiguos Caballeros Legionarios de Barcelona. Unos terrenos de aproximadamente unos 5.000 metros cuadrados. En ellos, se pretende ubicar unas pistas deportivas en apoyo a la selección de atletas refugiados del COI. Así mismo, y tras el lamento de los vecinos de la zona, el Consorci ha vendido el terreno inicialmente previsto para la construcción de un albergue para jóvenes, a los Serveis Funeraris de Barcelona, que es una empresa público privada, para construir un pequeño tanatorio y cuatro velatorios. En definitiva, haciendo caso omiso a unos compromisos sobre la definición de los equipamientos que se hicieron hace 14 años y que el propio ayuntamiento reconoce no haber cumplido.
Pero como dice aquel antiguo refrán de quien mucho abarca, poco aprieta, se ha demostrado que lo que es un gran proyecto de ciudad, tanto por los equipamientos y como por el gran número de viviendas a construir, después de todos estos años y tras multitud de demandas vecinales, desgraciadamente no se ha conseguido finalizar.