Una influyente entidad judía de Barcelona acusa a Ada Colau de “odio visceral” contra Israel. El motivo es que la alcaldesa se entromete, otra vez, donde no la llaman, en asuntos de política internacional, va más allá de sus funciones, no representa a todos los barceloneses y demuestra, de nuevo, su enorme ignorancia en Historia contemporánea. Su necedad y su sectarismo la han llevado a solidarizarse con los terroristas palestinos, a acusar a Israel de ataques “salvajes e inhumanos” y a denunciar que vulnera la legislación internacional. Es su opinión, pero no la de todos los barceloneses, entre los que conviven árabes e israelitas que merecen todos los respetos. Por todo ello, la alcaldesa debería mantener la histórica neutralidad de Barcelona en conflictos internacionales y saber la mucha riqueza que aportó la neutralidad durante la Gran Guerra.

Surgida de una falsa izquierda zarrapastrosa y rabiosa que lucía pañuelos palestinos de cuadritos como señal de un progresismo históricamente retrógrado, Colau insulta a la comunidad judía barcelonesa que tiene empresas y negocios internacionales en la ciudad. Como la que suministró el material de seguridad del Puerto de Barcelona. O como los especialistas que ayudaron a formar a las primeras unidades de élite de los Mossos d’Esquadra. El representante de los judíos barceloneses recuerda a Ada que “Israel no está en guerra contra los palestinos, sino contra los terroristas de Hamás”. Es decir, terroristas como los que atentaron en La Rambla y en Cambrils. Islamistas que someten a las mujeres a un estado de esclavitud, las matan por cualquier nimiedad y violan todos los derechos humanos. Parece otra de sus constantes mentiras que una tan feminista como ella no se acuerde de la matanza de Barcelona ni de la moda del burka.

Otra prueba de su inconsistencia intelectual y de su incoherencia ideológica es el vergonzoso silencio que ha guardado sobre las imágenes de Laura Borràs, presidenta del Parlament, palpando las nalgas de un diputado en su lugar de trabajo. Lo hizo sin consentimiento previo, a traición, por la espalda y con alevosía. Con abuso de fuerza, dada su corpulencia. Y con abuso de poder por su alto cargo. Pero sobre ese cúmulo de desvergüenzas y cero decoro, impropios de la dignidad y responsabilidad que comporta ser la segunda autoridad de Cataluña, Colau no ha dicho ni mu ni ha formulado la mínima crítica. Cada vez más parecida a una monja mendicante de algún futuro carguito, no planta cara al poder superior, no sea que no le paguen las deudas pendientes con el Ayuntamiento. Jefa feminista de una ciudad oficialmente feminista, barceloneses y catalanes se quedarán con las ganas de saber qué habría dicho Ada si un diputado hubiese tocado las ancas de Borràs. O un concejal hubiese rozado los glúteos de alguna de las chicas de confianza de su sección femenina. Ya que intuye que se le acaban sus chollos, que deje de parlotear en nombre de toda Barcelona. No sea que los votos la echen de una patada en el trasero.