Los gobiernos de coalición han sido una constante a lo largo de los últimos años en Europa. Ya en 1998 era el modo de gobierno más común. En concreto, un 71% de los ciudadanos europeos vivían en países que contaban con ejecutivos de coalición. A nivel local, las cifras se disparan. En cualquier caso, cabe recordar que España ha sido durante años uno de aquellos países en que lo de las coaliciones se veía con recelo y como algo impropio. De hecho, a día de hoy, pese a la existencia de un escenario fragmentado y con muchos partidos en juego, lo de los gobiernos de coalición parecen una especi de mal necesario.
En nuestro país hemos estado acostumbrados durante demasiados años a gobiernos monocolor. Y ahora, pese a que convivimos con este nuevo escenario de fragmentación, todo lo que se aleje de ese modelo se nos antoja extraño haciendo que, para muchos, elementos totalmente corrientes en una coalición como puede ser esgrimir posiciones distintas frente a determinados temas hace que salten las alarmas. Y en realidad suelen saltar sin motivo.
Un gobierno de coalición no es más que un gobierno de dos partidos distintos que comparten una idea determinada, que comparten un plan. En el caso del Ayuntamiento de Barcelona por poner un ejemplo, el pacto entre Ada Colau y Jaume Collboni se materializó de forma meridianamente clara en modo de acuerdo de gobierno. Se estableció un rumbo conjunto en múltiples temas y se acordó de algún modo cierta divergencia en la cuestión nacional. Pero en cuanto a los temas de ciudad y proyecto las cosas están muy tasadas y se les puede hacer seguimiento. Esa es parte de la clave cuando se forma un gobierno de coalición. Dejar muy claras las líneas que se quieren seguir y después ser leal para dar desarrollo a la hoja de ruta definida. A partir de aquí, pretender que no existan posiciones encontradas en algunos temas concretos es pretender un imposible. Y no es únicamente un imposible en este caso. Sino que es un imposible en todos los gobiernos de coalición.
Los gobiernos de coalición no son gobiernos monocolor. Las diferencias no desaparecen en el momento de formar gobierno. Lo que florece es una hoja de ruta común que marca los pasos que se darán desde el ejecutivo de turno. Pretender que dos partidos distintos se mimeticen es tan estúpido como pretender que se fusionen. Quienes pretenden hacer creer a la ciudadanía que tener posturas encontradas en temas concretos es sinónimo de inestabilidad buscan únicamente generar ruido. Y eso es lo que suele tratar de hacer frente a gobiernos de coalición. Se trata de hacer norma de la anécdota buscando generar tensión por pequeños desencuentros.
Pero los ciudadanos, acostumbrados a ver la gestión que llevan a cabo los gobiernos de coalición, saben que se trata de una pretensión infantil. Cada uno sabe el motivo por el que votó a un partido o a otro. Y cada uno sabe perfectamente que lo que se hace en un gobierno de coalición es pactar. Y eso implica ceder en algunas pretensiones y apretar en otras.
A día de hoy, 28 de los 38 países de la UE están regidos por gobiernos de coalición. Es decir, más de 421 millones de europeos están siendo gobernados por coaliciones frente a 125 millones que cuentan con ejecutivos monocolor a nivel nacional. Es la tónica en Europa, es la tónica ya en España y es el escenario más corriente de cara al futuro.
España ha entrado hace nada en este tipo mayoritario de gobiernos, y esto facilitará que la ciudadanía entienda cada día mejor lo que implica que gobiernen un país, una comunidad o una región dos fuerzas que no son iguales por más que lleguen a pactos concretos. La fragmentación no es exclusiva de España, ni guarda relación con el espectro ideológico. Se trata de un fenómeno global que ha venido para quedarse. Y frente a ello deberemos aprender a convivir con un modelo que se nos ha hecho extraño durante años.
La estabilidad es clave para la política y los gobiernos de coalición también pueden garantizarla. Está en la mano de todos nosotros entender la situación de partida, la situación en la que estamos y la situación en la que estaremos los próximos años. Al final, a partir de ahora, esto de gobernar es cosa de dos.