Ya era hora de que el Ayuntamiento se diera cuenta de que tenía que empezar a preocuparse por el diseño de las terrazas que ocupan parte de la calzada de nuestras calles. Desde hace más de un año hemos podido contemplar una ciudad marcada, no solo por la provisionalidad, sino por la carencia total del sentido estético que una ciudad como Barcelona se merecía. La decisión de ubicar un conglomerado de obstáculos nos hacía recordar, por desgracia a los que tenemos cierta edad, aquella serie de historietas creada hacia el año 1966 por el conocido dibujante de comics Francisco Ibáñez. Unas historias que nos deleitaban con las cómicas aventuras de una pareja de operarios llamados Pepe Gotera Y Otilio, chapuzas a domicilio. Unos personajes que formaban una peculiar empresa de reparaciones y chapuzas que ocasionaban toda clase de desastres en aquellos lugares en los que actuaban. Un desatino de líos y destrozos, que nos hacían reír a niños y mayores, con sus descomunales desastres. Unas historietas que representaban toda una época, aquellos años 60, en los que casi bien en el ámbito inmobiliario todo estaba permitido, y que desgraciadamente cualquiera podía hacer lo que le viniera en gusto. Pues eso, justificado con la provisionalidad, también se ha hecho aquí.
Por fortuna estos tiempos han pasado, afortunadamente Pepe Gotera y Otilio se han quedado sin trabajo, y no podrán contribuir con más barbaridades al dibujo urbanístico de la ciudad. El Ayuntamiento ha presentado los nuevos prototipos a implementar en las terrazas, y que con buen criterio se los ha confiado en su diseño a diversos profesionales. Unos equipos de diseñadores que han dado forma a la estrategia de ocupación de parte de la calzada, y que ha facilitado de cara a estos establecimientos adecuarse mejor a las medidas sanitarias que en estos tiempos nos han tocado vivir y que tanto bares como restaurantes han sufrido como el que más.
El pensar en incorporar, aunque sea tarde, unos elementos que dignifiquen estos espacios ganados a la calzada, siempre es un acierto. Unas propuestas que tienen que ser, funcionalmente y estéticamente, acorde con los tiempos y con la imagen de modernidad que tiene nuestra ciudad. Recurrir a profesionales siempre da tranquilidad y, además, una vez escogido el prototipo definitivo ayudará a ordenar estos espacios, que en la actualidad se hace muy necesario.
Pero no todo es satisfacción por parte de los establecimientos, porque el Ayuntamiento propone que sean ellos quienes paguen la fiesta, es decir las terrazas, y eso provoca cierto tipo de desánimo. Un sector que económicamente ha sido uno de los más castigados durante la pandemia, y que ahora se encuentra en la necesidad de hacerse cargo del coste de las terrazas si las quiere seguir disfrutando. Es por este motivo que el Ayuntamiento tendrá la obligación de controlar los costes de realización de estas terrazas, y velar por no contribuir a penalizar monetariamente la realización de un espacio que hoy por hoy es esencial para dar viabilidad a la actividad. Ni que decir tiene que, consecuentemente, aquello que se quiera implantar deberá estar consensuado con los propietarios de los establecimientos, que a fin de cuentas serán los paganos. De lo contrario, puede existir el peligro de que todo sea muy bonito, pero que acabe en agua de borrajas.