El gobierno de la Generalitat, para variar, vuelve a actuar tarde y mal. Es una tónica habitual que parece no haber cambiado lo más mínimo pese al cambio de gobierno. Y tiene cierto sentido, porque al final, son los mismos de siempre con puestos cambiados.



Se suponía que la llegada del médico epidemiólogo Josep María Argimon a la consejería de Salud de la Generalitat de Catalunya debería haber sido un considerable salto cualitativo frente a los desmanes de su predecesora Alba Vergés. Sin embargo, la realidad es que las decisiones tomadas por las autoridades competentes hasta la fecha han sido a todas luces una auténtica barbaridad.



La permisividad para con los festivales que reunieron a miles y miles de personas fue una decisión incomprensible. Un error apreciable para todo aquel que quisiera dedicar dos minutos a utilizar el sentido común y analizar lo que se estaba permitiendo. Estoy seguro de que la mayoría de nosotros, si hubiésemos tenido datos de cómo estaba la situación hace unas semanas, no hubiéramos apostado por una apertura tan arriesgada de conciertos y festivales sin distancia ni control. Sin embargo, no sé muy bien por qué motivo, desde la Generalitat se decidió que era una buena idea permitir conciertos, festivales y aglomeraciones sin control como si el virus hubiera desaparecido.



Y es que la forma en que se articula un concierto es importante. Si queríamos poder volver a disfrutar de la cultura había que buscar el modo de hacerlo. Y se encontró la fórmula. En Barcelona se realizó el concierto de Love Of Lesbian hace relativamente poco. Un concierto multitudinario con mascarilla y controles en la entrada que se entendió como prueba piloto para relanzar la cultura segura en nuestra ciudad. Una prueba no exenta de dudas y controversia, pero una experiencia que dio un buen resultado. ¿Para qué sirvió esa prueba si después se han permitido festivales sin control? No tiene ningún sentido.



Ahora el conseller Argimon afirma que fue un error celebrar festivales de 25.000 personas. ¿Un error? Un ataque al sentido común que nos ha llevado a una situación insoportable. Argimon debería dimitir.

Todos conocemos a gente que ha dado positivo en esta quinta ola. Una ola que podía haberse evitado y que llega en un momento terrible.



Que Cataluña sea a día de hoy la comunidad con más contagios de España es un problema muy serio. Barcelona sufrirá, y mucho, por el número de contagios. No solo por el hecho de tener a personas contagiadas con los riesgos que eso implica para la salud de la ciudadanía, sino también por los problemas que se derivan en pleno verano de ser una de las zonas con más contagios de Europa.



Nuestra economía necesita una pronta recuperación del turismo, actividad que permite a muchos otros sectores recibir ingresos que necesitan con urgencia. Estar en lo más alto a nivel de contagios hace más difícil todavía que el turismo que pretendía venir a la ciudad lo haga de igual modo.



Para colmo, la irresponsabilidad en las decisiones políticas que ha tomado el gobierno de la Generalitat tiene también consecuencias en cuanto a restricciones. El mal hacer del gobierno y la incapacidad para controlar esta quinta ola nos ha traído de nuevo medidas reactivas para tratar de controlar la situación in extremis. Y para hacerlo han utilizado la fórmula de siempre: vamos a corregir esto tarde y mal.



Ahora llegan restricciones que no tienen planteadas las ayudas pertinentes para hacerlas sostenibles. Y eso no puede ser. Es la queja que algunos esgrimimos desde el minuto uno de esta dichosa pandemia, y sin embargo quienes nos gobiernan parece son incapaces de entenderlo.



Uno no puede aplicar unas medidas restrictivas sin tener bien planteadas las ayudas pertinentes para los sectores afectados. Y con esto no estoy diciendo que no haya que tomar medidas restrictivas, pero lo que sí tengo claro es que hay que hacerlo cuando toca y siempre acompañado del soporte necesario para que no pierdan los de siempre. Porque al final quienes toman malas decisiones no pierden nada. Quienes pierden son quienes tienen que “comerse” esas decisiones y los errores de quienes gobiernan. Al final el perjudicado siempre es el mismo. El ciudadano de a pie.



Pero poco importa. La injusta ley electoral que tenemos en Cataluña les perpetúa en el poder. Y por tanto todo les sale gratis.