La encuesta que publicó el domingo El Confidencial dejaba poco margen de duda sobre la ampliación del aeropuerto de El Prat. Más del 50% de apoyo en conjunto, pero también importantes apoyos en los votantes de ERC y Junts, e incluso en los de los Comunes. La mayoría de los partidos constitucionalistas subía al 57%. En conclusión, la ampliación del aeropuerto de Barcelona no tiene un rechazo mayoritario como pretenden decir los Comunes y el conjunto de los ecologistas. Y la postura de ERC y Junts no parece que sea comprendida por una mayoría de catalanes. De momento, la ampliación ha pasado a mejor vida y el Gobierno no tiene intención de resucitarla.
Fuentes del ejecutivo afirman que la deslealtad institucional ha obligado al Gobierno de Pedro Sánchez a dar carpetazo a la ampliación. De hecho, ni en AENA ni en el Gobierno piensan que sea posible un acuerdo antes del 30 de septiembre ni que se posponga el DOA, el plan de inversiones, un año. “Esta opción no se contempla porque el aplazamiento solo es posible si se congela todo el plan de inversiones en el conjunto de los aeropuertos”, algo que en AENA no contemplan ni de lejos.
Por su parte, Ada Colau ha dejado con el culo al aire a los manifestantes. Estaban los Comunes en la manifestación pero no la alcaldesa que tenía un compromiso personal, que solo conocimos una vez se había retirado el proyecto. La ausencia de Colau no ha sido bien recibida por los colectivos convocantes. El Govern también se ha quitado de en medio. Los partidos sí que estarán presentes pero con representantes de segunda fila. No estarán consellers para quitar hierro al enfrentamiento con el ejecutivo de Pedro Sánchez, pero ERC y Junts per Catalunya sí que estarán presentes siendo fieles a su opción de ser gobierno y oposición a la vez. A ERC les temblaron las piernas ante la oposición interna a la ampliación liderada por, nada más y nada menos, la consellera de Medi Ambient, Teresa Jordà, y la Delegada del Govern en Madrid, Esther Capella. Sus voces sonaron atronadoras en el primer momento, lo que llevó al president a desligarse del acuerdo que había alcanzado su vicepresidente, Jordi Puigneró.
Junts juega con las cartas marcadas. Defiende el acuerdo pero pone sordina a la actitud de ERC culpando del rechazo al plan al propio Gobierno, como si las veleidades y las deslealtades del independentismo no hubieran sido el agua que hizo rebosar el vaso de la paciencia de AENA y Gobierno. Colau ha aprovechado la división independentista en su propio provecho para favorecer su modelo de empequeñecer Barcelona y su entorno. Barcelona puede crecer para ser competitiva en Asia. Pensar que paralizar la obra en pro de una mejora del medio ambiente internacional es como desear la paz en el mundo. Un oxímoron imposible del que se beneficiarán otros aeropuertos europeos. Llegaremos tarde, una vez más, porque se ha instalado esa idea de volver a poner los huertos en las calles. El provincianismo se ha vuelto a imponer, al menos de momento, de la mano de Comunes, ERC y Junts, sin dejar de mirar de reojo a la vuelta al pasado que representa la CUP.
Ada Colau sigue jugando al ratón y al gato. De momento está ganando una partida que están perdiendo los catalanes y Catalunya. La alcaldesa aspira a hacerse fuerte en su NO al progreso y para eso cuenta con el apoyo de ERC. El mísero papel de Ernest Maragall es un ejemplo. Si el Ernest Maragall de hoy pensara lo mismo que hace 40 años, Barcelona seguiría de espaldas al mar y las Olimpiadas se hubieran celebrado a miles de kilómetros de distancia. Hoy este Maragall vive del rencor hacia el socialismo y da la espalda a las medidas que se tomaron durante años en una Barcelona que si tenía una hoja de ruta.
La previsión electoral indica que Comunes y ERC ganarán las elecciones. Si esto es así, Barcelona perderá su propio tren y seguirá por el camino de la decadencia. Solo un movimiento de los socialistas puede romper esta dicotomía, pero este movimiento tendrá que esperar. Otros también se mueven entre bambalinas, pero los barceloneses están hartos de experimentos con gaseosa. En Barcelona hay oposición a este proyecto, pero falta un líder y el proyecto.