El Patronato de la Fundació Junta Constructora del Temple Expiatori de la Sagrada Família y olé ha amenazado estos días con coronar dentro de poco la torre de la Virgen de la basílica con una estrella de cinco toneladas y media y doce puntas. Será una estrella luminosa, que brillará en la noche como faro y guía de nuestras almas. Gracias a tan hortera culminación de la torre, el susodicho edificio se aproximará más todavía a la Disneylandia prometida, a esa mítica Jerusalén de San Agustín.
Luego vendrán las demás torres. La central y más alta, incluirá un mirador en todo lo alto con forma de maneta de grifo, ascensor luminoso y transparente y muchas luces de colorines. Yo añadiría un buen puñado de luces de neón y alguna ruleta, porque la Gran Mona de Pascua nos está quedando estupenda. Me permitiría añadir guías disfrazados de Elvis Presley y sustituir los rickshaws por limusinas, porque, damas y caballeros, aquí, en Barcelona, se juega, y fuerte.
Si no me creen, échenle a un vistazo al Consorcio de Servicios Sociales de Barcelona, participado a partes desiguales (40/60) por el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat de Catalunya. La Sindicatura de Cuentas y la Intervención General de la Generalitat han descubierto "irregularidades" de más de veinte millones de euros. Como eran millones para los pobres y necesitados, no importaban demasiado a nadie hasta que la noticia saltó a la prensa y entonces hay que disimular.
Algo habrá, pensamos todos, porque su gerente ha dimitido por (cito) "el desgaste vinculado por la gestión de la pandemia", gestión trufada de contratos a dedo y abundantes sobresueldos. La presidencia del consorcio, por su parte, asegura que la dimisión del gerente «se debe a motivos personales», y cito de nuevo. Como aquí no dimite ni Dios, qué habrán tenido que descubrir para que dimita deprisa y corriendo.
Ya ven, se juega, y juegan todos, no se salva nadie. No se salva ni quienes prometían transparencia, manos limpias, luz y taquígrafos. Los actuales ocupantes del consistorio, por ejemplo, también parten y reparten el pastel de las subvenciones y ayudas. Por ejemplo, les ha tocado la lotería a aquellas organizaciones donde los chicos de Colau se iniciaron en las cosas del activismo y la política. El Observatorio DESC, Enginyers sense Fronteres y la Aliança contra la Pobresa Energètica y otras han visto notablemente incrementadas las subvenciones que solían recibir entre 2014 y 2020. En algún caso, la subvención se ha triplicado en este período. Supongo que nadie habrá hecho trampas, eso espero. Ahora bien, bonito, lo que es bonito, no es.
¡Hagan juego! Elijan entre el negro y el rojo, entre par o impar. Los convergentes negociaban con los rusos y hubo historias muy extrañas que no acabaron del todo bien, no sé si las recuerdan. No se libra ni el Tato, porque socialistas, populares, republicanos… Todos mueven ficha. Barcelona y, por extensión, la catalana tierra, es fértil en comisiones y trapicheos, no descubro nada nuevo.
Fíjense de qué pasta estamos hechos. El señor Pujol es un defraudador fiscal confeso, protagonista de la mayor quiebra bancaria de la historia de España y cabeza visible de una amplia red clientelar y corrupta. Desde siempre ha empleado las banderas e hipócritas llamadas a la ética y la moral para esconder sus trapicheos. Sabiendo quién es y qué ha hecho, aparece en un teatro y es aplaudido y jaleado como un héroe, no como el villano que es. Arropado por un público entregado, con gran desparpajo, se atreve a aleccionar a nuestros líderes patrios sobre el gobierno de la nación, o escandaliza al personal alertando de los peligros imaginarios que se ciernen sobre la supremacía de su ideario nacional.
Mientras es vitoreado por los suyos, un todoterreno con los cristales tintados barra el paso a una furgoneta de reparto. Bajan del vehículo cuatro tipos enmascarados. Pistola en mano, asaltan la furgoneta y se la llevan. En la furgoneta iban todos los ordenadores, teléfonos, lápices de memoria y demás cachivaches electrónicos incautados por la justicia a la familia Pujol. Como en las películas, igual.
No puedo dejar de imaginar al capitán Renault exclamando en voz alta: "¡Qué escándalo! ¡Aquí se juega!". No tendremos el letrero del Flamingo, pero ¡cómo luce la estrellita de la Sagrada Familia! ¡Viva Las Vegas!