Estos días se desarrollan en el Palau Macaya de Barcelona unas jornadas sobre el futuro de los medios de comunicación, un panorama que viene marcado por las nuevas tecnologías, por internet básicamente, lo que puede no solo condicionar el devenir, sino la propia esencia de industria.

No deja de llamar la atención que en un negocio donde las nuevas tecnologías ofrecen prestaciones innovadoras, permiten abaratar los costes y democratizar el acceso a los medios de producción éstas sean presentadas como poco menos que el diablo. Los expertos no pueden disimular el pánico que les genera el uso de internet y la constante puesta al día que exige el aprovechamiento de todas sus capacidades.

Internet aporta algunos inconvenientes, de gran profundidad, cierto, pero en paralelo ofrece enormes ventajas. Para empezar, permite actuar en casi igualdad de condiciones entre operadores que en absoluto son parangonables. No pocos periodistas catalanes se han convertido en empresarios gracias a la nueva tecnología y, en honor a la verdad, hay que añadir que no todos ellos viven del presupuesto público. Son pocos, pero los hay.

Hace 30 años, competir con La Vanguardia requería una inversión financiera tremenda, además de una neutralidad social impensable. Que le pregunten si no a Lluís Prenafeta, que después de ser el fontanero de la Generalitat trató de desbancar al diario de los Godó con un nuevo medio, El Observador, de breve trayectoria. Ahora, y gracias en gran medida a internet, las cosas son muy distintas. José Antich es el editor de una cabecera también conservadora que acentúa el independentismo que él mismo imprimió a su antiguo diario, La Vanguardia, durante los 13 años que fue director y que trata de reemplazar como medio de referencia de la burguesía catalana, versión convergencia 4.0.

Internet tiene aspectos negativos, pero los positivos pesan más, mucho más. Nos gustará poco o mucho, sobre todo porque el nuevo quiosquero –Google-- es monopolista, autoritario e imprevisible, mucho más que el de antes –OJD--, pero es lo que dictan los nuevos tiempos; es lo que hay. Establecer fake news del estilo de la de Manel Monteagudo como paradigma de la red, como se está haciendo estos días, es de una ignorancia que linda en la paranoia. Los farsantes han existido toda la vida y han crecido en el papel, en la radio y en la tele. ¿Hay alguna razón para que no lo hagan en internet?