Durante varias décadas, especialmente en las zonas más turísticas de la ciudad, era habitual observar a los trileros mover con habilidad sus vasos opacos mientras estafaban a curiosos despistados que se creían más rápidos que el trilero, pero que siempre acababan viendo volar su dinero hacia el bolsillo ajeno del estafador. Ese empeño de burlar al otro mediante burdas engañifas fue conocido como trilerismo.
Esta definición guarda cierto paralelismo con lo que ha ocurrido estos últimos días con la aprobación inicial del presupuesto de Barcelona y con su próxima aprobación definitiva en el pleno del mes de diciembre. Como saben, cuatro formaciones políticas han sido las encargadas de actuar como trileros en esta función (Comuns, PSC, ERC, Barcelona pel Canvi) con el único objetivo de hacer valer sus intereses personales y partidistas por encima de los intereses reales de los barceloneses.
En la aprobación inicial del presupuesto, que tuvo lugar en la pasada comisión de economía, la ciudadanía fue testigo de esa primera representación. Ante la negativa del socio preferente del desgobierno de Colau y el PSC, que es ERC, a aprobar el presupuesto, en un intento tardío de desmarcarse y engañar a la ciudadanía haciéndole creer que son un partido de la oposición cuando la realidad es que han apoyado todas las políticas del desgobierno municipal, apareció el trilerismo por parte de Barcelona pel Canvi para facilitar esta aprobación bajo el anhelo de querer sustituir a ERC en esa labor. Seguramente les cegó el titular, y sin pensar en los intereses de los barceloneses y en el daño que están haciendo las políticas implementadas por el Colauismo en la ciudad, validaron las cuentas públicas para 2022. Mientras daban el ‘Sí, quiero’ por segundo año consecutivo (no lo olvidemos), la bolita seguía moviéndose de un cubilete a otro. La jugada les salió mal pues, apenas cuatro días más tarde, ERC y los Comunes alcanzaban un acuerdo que desbloqueaba en la práctica los presupuestos de Cataluña y de Barcelona. Barcelona de nuevo pasaba a ser moneda de cambio en este juego de trileros.
Si saber donde estaba la pelotita, Ernest Maragall tuvo que salir en rueda de prensa para rectificar su posición inicial, desdecirse de aquello que había anunciado pocos días antes, bajar la cabeza y asumir que había sido estafado por sus propios compañeros. Los intereses partidistas, de nuevo, por encima de los intereses de ciudad.
Mientras tanto, y una vez más, quien sale ganando en este juego son Colau y el PSC, quienes aprobarán unos presupuestos continuistas que no mejorarán la vida de los barceloneses y que serán la prolongación del decrecimiento de una ciudad que antaño era admirada y que hoy, simplemente, es ninguneada.
Los ciudadanos de Barcelona son los grandes perjudicados de este juego de trileros por parte de estas cuatro formaciones políticas. Una vez más, estos presupuestos cronifican todas las debilidades de la acción política del desgobierno de la ciudad: la inseguridad convertida en un serio problema de orden público, la más que evidente falta de limpieza en las calles, el sectarismo ideológico en forma de subvenciones a los afines, la alta presión fiscal sobre los barceloneses o el despropósito de la movilidad urbana.
Por ello, desde nuestro grupo, una vez más, hemos demostrado ser la única alternativa real y coherente al gobierno municipal. Y no lo digo con palabras, lo digo con hechos: somos el único partido que en esta legislatura nunca ha avalado ni las ordenanzas fiscales ni tampoco los presupuestos porque avalarlos significaba, significa y significará, avalar el modelo de ciudad de Colau y ahí, a diferencia del resto de grupos, no nos encontrarán jamás.
Ciudadanos tiene un modelo de ciudad distinto. Un modelo basado en la bajada de impuestos y tasas volviendo a la situación existente en el año 2019. Un modelo basado en la inmediata implementación de un Plan de Seguridad en la ciudad que tenemos desde hace más de dos años y que pusimos a disposición del regidor de seguridad, sin obtener respuesta alguna. Un modelo basado en el respeto de todos los derechos de los ciudadanos, incluyendo los lingüísticos para que el que quiera estudiar en español no tenga que ir a la escuela privada como afirmó Colau la pasada semana.
Un modelo basado en un urbanismo amable, que tenga en cuenta las variantes medioambientales y las nuevas formas de movilidad personal. Un modelo cultural, en el que prime la calidad por encima del sectarismo, donde Cervantes y El Quijote tengan su reconocimiento y no sean vetados por puro estigma ideológico. En definitiva, un modelo que pone a las personas en el centro de las políticas, alejado del partidismo, del tacticismo, del electoralismo y del trilerismo político al que nos tienen acostumbrados otras formaciones políticas.