Los clásicos siempre levantan pasiones. En todo deporte, el derbi es probablemente el partido más esperado. Y este pasado sábado en el XXVI Encuentro de Economía de S'Agaró se vivió un derbi muy particular. El primer teniente de alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, y la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, se dieron cita para conversar y contraponer modelos de ciudad. Y aunque la conclusión fue tan previsible como acertada (toca colaborar para maximizar oportunidades para ambas ciudades) la discusión dejó algunos flecos de los que se puede tirar para reflexionar un poco sobre los falsos mitos instalados en la actualidad.
Begoña Villacís reconoció que Madrid quiere parecerse a la “Barcelona de antes”. Y según su opinión lo está consiguiendo. Esta afirmación, que pretende ser gentil con el pasado de Barcelona y a la vez crítica con el rumbo actual de la ciudad deja al descubierto que, con independencia de lo que se considere sobre su situación actual, Barcelona para Madrid es un aspiracional.
Pero el hecho de acotar ese aspiracional en el tiempo deja una lectura todavía más interesante. La Barcelona a la que Madrid quiere parecerse es a la Barcelona socialista de las anteriores décadas. La liderada por Narcís Serra, Pasqual Maragall, Joan Clos y Jordi Hereu. La Barcelona abierta, cosmopolita, con visión de futuro y socialdemócrata. Aunque le pese a quienes llevan ahora el liberalismo por bandera.
La Barcelona que lideró el Partido Socialista era incontestable. Fue justo cuando se perdió la alcaldía y se inició el procés cuando otras ciudades españolas empezaron a tratar de ocupar el espacio que históricamente había ocupado Barcelona.
Pese a ello, Barcelona sigue siendo la capital internacional de España. Sigue siendo la gran marca de renombre mundial, reconocida incluso por el alcalde de Madrid hace poco más de un mes cuando reconocía que esta batalla todavía no habían conseguido ganarla. Por más que insista en decir que Madrid ha cogido el relevo a la Barcelona Olímpica pese a no haber conseguido triunfar con sus candidaturas del 2012, 2016, 2020 y haber invertido en ella más de 6.536 millones de euros la realidad es que Barcelona sigue siendo la gran capital internacional de España.
Otro de los puntos a los que orilló el debate de forma totalmente previsible fue el del modelo económico y fiscal de ambas ciudades. Madrid ha querido durante meses instalar el marco del liberalismo económico como sinónimo de eficiencia y competitividad sin ser muy consciente de que los datos no acompañan a sus proclamas.
Esto no se cuenta habitualmente, pero cuando uno decide bajar de las proclamas a la tierra encuentra cosas tan sorprendentes como estas.
Madrid es una ciudad más endeudada que Barcelona. Esto implica que, de lo que recauda, una gran parte se destina directamente a pagar la deuda acumulada. Barcelona sin embargo, al tener menos deuda, necesita recaudar menos y aún y así destina más recursos a gasto social por habitante. En resumen. Una persona que decide instalarse en Madrid, automáticamente, acumula más deuda y recibe menos servicios sociales.
Además, como todo el mundo sabe, Madrid ha decidido competir con el resto de comunidades autónomas vía dumping fiscal. Es decir, siendo totalmente insolidarios con el resto de España.
Esto no tiene ningún sentido en el mundo global en que vivimos. No tiene ningún sentido competir por la vía de las rebajas impositivas. Barcelona sin embargo, ha demostrado que es posible atraer inversiones y generar empleo sin tener que recurrir a la trampa del dumping fiscal en la que Madrid basa su competitividad. De hecho, Barcelona, se está recuperando más rápido y mejor que Madrid.
Al final todo es un tema de modelo. Madrid durante décadas se ha convertido en una aspiradora de recursos cuyo único objetivo es nutrirse de la riqueza de las provincias de su alrededor. No es casualidad que 4 de las 5 provincias que limitan con la comunidad de Madrid se encuentren entre las de menor PIB de España. No es casualidad tampoco que Madrid gane habitantes cada año mientras las provincias circundantes no dejan de perder.
Barcelona defiende otro modelo. El modelo de la cooperación. Un modelo que se complementa con su entorno. Y lo demuestra con proyectos. El planteamiento para los JJOO de invierno es un ejemplo de colaboración con Aragón, la defensa del Corredor Mediterráneo es otro ejemplo de colaboración con Valencia y Andalucía. Y estos planteamientos nada tienen que ver con los que durante años ha esgrimido Madrid. Basta recordar el planteamiento de que el Corredor Mediterráneo tenía que pasar por la capital.
Y frente a todo esto, hay veces en que toca luchar contra el mainstream y esgrimir un poco de orgullo barcelonés. Es cierto que hay muchísimos retos que abordar, y que hay muchísimos aspectos en los que como ciudad podemos seguir mejorando, pero no es menos cierto que hay ocasiones en que el marketing de unos y la auto-flagelación de otros dibujan un escenario que no se acerca del todo a la realidad.
Dicho esto, es importante reconocer que las grandes ciudades del mundo afrontan retos globales compartidos, y que para superarlos, pese a sus diferencias, deben ser capaces de ponerse de acuerdo para trabajar juntos.
Barcelona y Madrid comparten retos y ambiciones. Y estoy seguro que solo desde el diálogo y la colaboración conseguiremos superarlos.
Lo que es bueno para Barcelona es bueno para Madrid, y lo que es bueno para Madrid es bueno para Barcelona.