Hace unos días, elevaron al cielo cinco toneladas y media de hierros y cristales en forma de estrella. Las colocaron a considerable altura, coronando la torre de la Virgen María de la Sagrada Família. Se culminó el punto kitsch y hortera del conjunto, que cada día que pasa es más semejante al castillo de la Bella Durmiente que al proyecto original de Gaudí. Cuando de aquí a poco la enchufen, iluminará nuestras noches con la misma intención y efecto que el reclamo las luces de neón de Las Vegas. Les recuerdo que Oriol Bohigas, recientemente fallecido, fue el primero que se atrevió a decir en voz alta lo que muchos pensamos. "La Sagrada Familia se parece cada vez más a una mona de Pascua", dijo. Ahora no sé qué diría, pero nada bueno.

No pienso glosar ahora la figura de ese gran arquitecto y urbanista. Otros que saben más que yo ya se encargan de ese trabajo. Tampoco pido que estén de acuerdo con todo lo que hizo, ni siquiera que les caiga bien. En eso, allá cada uno. Que yo lo considere uno de los grandes significa poco. Pero quiero hacerles notar que Bohigas pertenece a una generación de gestores de lo público que carece de recambio.

No piensen en izquierdas o en derechas, sino en su preparación técnica, su riqueza intelectual, su capacidad para llegar a acuerdos, su visión de futuro y su entidad, así, en general. Ojo, que es falso que cualquier tiempo pasado fue mejor, rotundamente falso, aunque, en ocasiones… En la época de la alcaldía de Maragall también hubo ceporros, que nunca faltan, y no faltaron escándalos, aunque muchos se llevaran bajo mano, por aquello del oasis catalán. También se hicieron cosas mal hechas, y más de una. Pero una comparación entre el gobierno municipal de entonces y el de ahora…

A modo de ejemplo, el lugar que ocupó Oriol Bohigas en el Ayuntamiento de Barcelona lo ocupa ahora Janet Sanz. Con esto lo digo todo. Tan grande fue la obra de Bohigas en Barcelona que la señora Sanz, por mucho que lo ha intentado hasta ahora, no ha podido acabar con ella. Es más, no creo que las actuaciones del actual gobierno municipal pasen a la historia del urbanismo de Barcelona. Si acaso, como una nota a pie de página.

No hablemos de quien ostenta hoy en día el bastón de alcalde. Puro postureo. Sí, "postureo" está recogido en el diccionario de la RAE, que acabo de mirarlo. Pues, sí, postureo y muy poco más. No hay sustancia que no sea banal. Como dijo el poeta, su pensamiento parece profundo porque es hueco. Quien dice ella, dice su equipo, sus socios o su oposición, no hago distingos. Podemos preguntarnos cómo hemos podido permitir que la política caiga tan bajo.

Me río por no llorar, porque esto es muy serio. Insisto: no hablo ni de izquierdas ni de derechas, sino de talento y capacidad. Y no digo más porque se me entiende. El fenómeno es generalizado, a izquierdas y derechas, y agravado por un populismo cada vez más peligroso, que se alimenta de tanta nulidad. Dirigentes de cualquier partido se permiten decir barbaridades sin que nadie se escandalice. La prensa calla y otorga, o jalea las tonterías.

Ah, que no se nos olvide: nosotros los votamos.

Que el otro día va el conseller de Salud y afirma, con insultante desparpajo, que si los abuelitos no pueden descargarse el pasaporte covid, que vayan a pedírselo a un familiar o un amigo que sepa hacerlo y no acudan a la administración a pedirlo, por favor, qué molestia. ¡Y aquí no pasa nada! Un mamarracho que asegura que su partido no discrimina a las mujeres, porque tiene en sus filas a algunas mujeres que "casi" valen tanto como los hombres. ¡Bravo! Se cubrió de gloria. Otro personaje afirma que no atendieron a los ancianos en las residencias, pero que los enterraron con mucho cariño. ¡Otra más! ¡Si hasta Francesc Homs nos parece hoy un preclaro estadista, y era quien era!

Si este es el recambio de la generación que dejamos atrás, mejor cambiamos de coche.