La alcaldesa Colau quedó afectada, como cualquier ciudadano, ante la muerte de cuatro personas en un incendio en la Plaza de Tetuán. Sin embargo, nos podía ahorrar el numerito de alcaldesa llorosa ante la calcinada instalación, y mucho más ahorrarnos el oírla acusando al propietario de local de irresponsabilidad por el incendio que cercenó la vida de una familia que vivía en exclusión social. Nos lo podía ahorrar porque como persona podía estar afectada, pero como alcaldesa era la responsable.
¿Dónde estaban los servicios sociales? Según hemos sabido, la familia había sido atendida en más de ochenta ocasiones en los últimos dos años y no se les había dado ninguna solución. Ni social, ni la más importante, habitacional. El fracaso de las políticas de los comunes en torno a los más desfavorecidos, a los más vulnerables, volvía a estar sobre la mesa ante un caso que nos conmocionó. Pero, la alcaldesa no puede quedarse en la conmoción y menos no hacer autocrítica.
La política habitacional es un absoluto fracaso. En la pasada legislatura, la vivienda social construida fue solo una entelequia. Y ha sido en esta legislatura, y de la mano de Jaume Collboni cuando se ha reactivado. Primera constatación autocrítica que tendría que hacer la señora Colau: echar al PSC del Gobierno municipal en la pasada legislatura fue un tremendo error. El postureo procesista consumió a la alcaldesa y perjudicó, una vez más, a la ciudad.
No hay vivienda social y la poca que hay no da alternativas a familias que padecen una verdadera exclusión. La permisividad ante la ocupación por parte de los comunes y sus políticas de protección a la patada en la puerta con la cobertura consiguiente a las mafias que trafican con la miseria de las personas ha hecho lo siguiente. Colau apareció para lamentar lo sucedido. Hubiera hecho lo mismo, una aparición estelar, para denunciar que la familia había sido desalojada. Culpar al banco, por cierto un banco que ha defendido la izquierda de los comunes y de la CUP porque no es un banco, según rezaba la propaganda, es fariseo.
Los servicios sociales del Ayuntamiento no tienen ni medios ni pueden dar alternativas a las familias vulnerables. Hay nada más y nada menos que 209 niños en esta situación, y el Ayuntamiento dedica 430.000 euros, cantidad irrisoria a todas luces, porque estos niños viven en 86 asentamientos y 105 locales ocupados. Colau no tiene que salir a llorar, tiene que dotar a estos servicios de más instrumentos, y la Generalitat con competencias cruzadas también debería arremangarse para que la complejidad administrativa no sea la excusa. Colau no tiene que salir a llorar sino esmerarse en la construcción de vivienda social o en la compra de vivienda a los grandes tenedores para dar alternativas habitacionales.
Ese es el drama señora Colau. Que mientras usted se ha dedicado a otros menesteres, a presentarnos los contenedores vivienda, sigue habiendo personas que malviven a expensas de las mafias. La familia tuvo que pagar 700 euros para poder entrar en el banco. Que los padres cuidaran de sus hijos no es la excusa para que el Ayuntamiento y la Generalitat lavaran sus conciencias. Los padres ejercían de padres pero no les podían dar una vida a los críos. No podían acceder a una vivienda porque, manda narices, vivían en una infravivienda. O sea, que si tienes techo no entras en la interminable lista para acceder a un techo digno. En esa lista de espera hay 600 personas, esperando con paciencia que la burocracia les de la solución.
De todo esto no nos habló Colau. Lo más “in” era criticar al propietario, que por cierto había iniciado los trámites para recuperar su propiedad. ¿Había que esperar a que los echaran para tomar cartas en el asunto? Además, quizá estaría bien repensar la ley porque la mayoría de estas familias están en situaciones irregulares y como no tienen papeles no existen. Tampoco nos habló la señora alcaldesa de por qué falta vivienda. No nos habló porque sabe que tiene una gran responsabilidad. Vamos tarde, y al menos vamos porque los socialistas se han empeñado en ello.
Con todo esto, me reafirmo en lo dicho al inicio de este artículo. Colau nos debería haber ahorrado la cara compungida y su aparición en la Plaza Tetuán que solo tiene dos palabras para calificarla: lamentable y esperpéntica.