Cada día entiendo menos que haya políticos que todavía no entiendan que lo de hacer política es tratar de mejorar la vida de los ciudadanos. Que hacer política consiste entre otras cosas en gestionar lo público del mejor modo posible. Y que lo de hacer de todo debate una cruzada queda extemporáneo cuando la crispación disminuye.  

Evidentemente, desde la bronca constante es imposible conseguir acuerdos, y algunos han vivido instalados en esa lógica durante demasiado tiempo.

No negaré que en Cataluña hemos vivido momentos complicados que nos han abocado en muchos casos a las enmiendas a la totalidad, pero nunca entenderé la cerrazón como constante en absolutamente todos los debates. Sobre todo en aquellos en los que se pueden cambiar cosas concretas que nos permiten mejorar la vida de quienes más lo necesitan.

Porque sí, en efecto, con independencia de la supuesta ideología de cada uno, hay medidas que deberían adoptarse en bloque. Y más cuando hablamos de política municipal.

Hace ya demasiado tiempo que la lógica de llegar a acuerdos ha desaparecido, y muchas veces me pregunto si es simplemente porque a quienes están se les ha olvidado para que servía aquello de los acuerdos o simplemente porque son tan incompetentes que no se dan cuenta de que el no por respuesta constante les empuja a un espacio de irrelevancia total y absoluta.

No puede ser que durante tres años haya grupos municipales incapaces de llegar a un solo acuerdo con el gobierno municipal. Ciudadanos por ejemplo, durante todo el mandato, se ha auto condenado a la irrelevancia por jugar aquella carta de “a estos ni agua” sin ser muy conscientes de que el modo de beneficiar de verdad al ciudadano es tratando de conseguir precisamente acuerdos con los grupos de gobierno, que son quienes pueden bajar a la tierra las propuestas de la oposición. Hacer oposición de hecho debería ser tratar de empujar al gobierno municipal a tomar medidas que tu plantees. Debería ser tratar de condicionar, y la mejor forma de condicionar es planteando acuerdos.

Durante años por culpa del procés hemos percibido el acuerdo con quien piensa diferente con cierto recelo. A día de hoy todavía hay quienes creen que el acuerdo con el diferente es una traición, cuando la verdadera traición a tus votantes es precisamente ser incapaz de condicionar para colocar parte de tus políticas o tu programa. Cuando estás en la oposición, tus pequeñas victorias deben ser precisamente colocar partes de tu programa. Pero hay quienes siguen en una métrica que se revela totalmente inútil frente a quienes confiaron en ellos.

Me molesta por otro lado ver respuestas poco elaboradas. Hemos permitimdo durante demasiado tiempo aquello del “no porque no”. No apruebo esto porque es malo. Pero sin desarrollo. Así, a la brava.

Echo de menos argumentaciones en las que podamos ver algo más que la premisa y la conclusión. Echo de menos que alguien coja y plantee escenarios alternativos. Que se realicen contra propuestas. echo de menos que alguien salga a un atril y diga: “no creo en esta propuesta porque esta otra es mejor por esto, eso y aquello”.  Y ya puestos, sería de agradecer que quienes realizan intervenciones en público se molestaran en cotejar sus ataques. Ver a la líder de Junts quejándose del incumplimiento del presupuesto anterior cuando se ha cumplido al 98,1% es una patada a cualquier argumentación razonable.

En resumen, echo de menos el diálogo sincero y constructivo. También el debate serio. Y lo echo más de menos todavía cuando desde el gobierno municipal se insiste una y otra vez en la voluntad de dialogar con los grupos de la oposición. Sobre todo para las cosas importantes. El presupuesto actual es un ejemplo.

Todo esto cobra más sentido todavía cuando hablamos de ERC. Sus idas y venidas con el presupuesto municipal han sido probablemente el espectáculo más bochornoso que se ha visto en los últimos años en el Ayuntamiento de Barcelona. Después de afirmar una y otra vez que este presupuesto era lo peor que podía pasarle a la ciudad (Maragall dixit) han tenido que abstenerse para facilitar la aprobación del mismo. Es cierto que nunca supimos muy bien los motivos por los que Maragall consideraba que estos presupuestos eran tan malos para la ciudad. Hizo aquello que criticaba antes de realizar proclamas sin desarrollo, pero la proclama no dejaba dudas. Sin embargo, tras el acuerdo en el Parlament ERC sacrificó Barcelona.

Al final, con todo este circo, uno se pregunta si ERC ha sentido que sacrificaba Barcelona asumiendo que el presupuesto actual (el más alto de la historia de la ciudad) era malo para BCN o si lo que ha sacrificado ha sido a su propio candidato. El tiempo lo dirá. 

Por lo pronto lo que sabemos es que Barcelona finalmente cuenta con presupuestos aprobados. Que se congela la carga impositiva en la ciudad. Que seguiremos siendo líderes en España en gasto social. Y que Colau y Collboni lo tienen todo de cara para llegar a las próximas elecciones con capacidad económica suficiente como para seguir aplicando las medidas que consideren.