Si lo he entendido bien (aunque yo diría que no), de los resultados del último barómetro municipal se deduce que la mitad de los barceloneses no soportan a Ada Colau, pero, al mismo tiempo, parece que la actual alcaldesa ganará por goleada las elecciones de 2023. Como diría el comisario Maigret, aquí il y a quelque chose qui cloche (hay algo que chirría). En su momento, Jordi Hereu recibió una nota de 4,1 en otro barómetro municipal y no tardó mucho en irse al hoyo. Por el contrario, con una puntuación de 4,2, Ada se dispone a petarlo en las próximas elecciones al Ayuntamiento de Barcelona. Tras leerme todos los artículos al respecto, sigo sin entender nada. ¿Alguien sería tan amable de explicármelo de una manera sencillita, de un modo que hasta alguien como yo pudiera comprenderlo?

Como no me cuadra una cosa con otra –y siendo de natural malpensado-, acabo deduciendo que hay algo turbio en ese barómetro, algo que huele a tongo de los comunes. Aunque también es posible que el anunciado triunfo de Colau se deba a algo más que al entusiasmo que genera entre sus conciudadanos, donde yo diría que impera cierto fatalismo del modelo “Jesusito, Jesusito, que me quede como estoy”. Ciertamente, la perspectiva de un triunfo electoral del Tete Maragall pone los pelos de punta a un notable sector de la población (del que formo parte). Podríamos citar el miedo a la derechona, pero resultaría muy poco verosímil: aquí, la derecha que reconoce serlo (PP y Ciutadans) goza de muy mala prensa (Guilarte y Bou son los únicos que sacan peor nota que Colau en el barómetro de marras). Maragall, Collboni y hasta Artadi superan la nota de la actual alcaldesa, pero nadie les da como ganadores de nada: el Tete solo les gusta a los lazis, Collboni no se sabe muy bien quién es ni qué pretende y a Artadi no se la toma en serio prácticamente nadie. Igual hemos entrado en una fase de fatalismo estoico y nos hemos hecho a la idea de aguantar a Colau hasta que ella se canse de hacer como que está al frente de la ciudad. Y tengo la impresión de que si acaba ganando será por la elevada abstención de unos ciudadanos que cada día creen menos en la política. El fenómeno no se reduce a la ciudad de Barcelona y es extrapolable a toda Cataluña y al conjunto de España.

Igual es la edad, pero yo cada día tengo menos ganas de votar. Sí, preferiría tener a Illa en la presidencia de la Generalitat, pero tampoco me invadiría el entusiasmo si eso llegara a suceder. No, yo tampoco soporto a Pedro Sánchez, pero miro a Casado (o a Díaz Ayuso, o al campeón mundial del lanzamiento de huesos de aceituna con la boca) y me entra una mezcla de risa y sudor frío. Me siento mal gobernado a nivel municipal, autonómico y nacional y, como el personaje de Shakespeare, cada vez sé menos quién soy yo y quienes son todos los demás. En ese sentido, no entender los resultados del último barómetro municipal me lo tomo como un ejemplo más del caos político en el que vivo inmerso y del que aún no he conseguido sustraerme, aunque Dios sabe que lo intento. No es fácil desentenderse del mundo de la política, pero hay que reconocer que éste hace lo que puede para echarte una mano. Con cosas como el incomprensible barómetro municipal, por ejemplo.