Ada Colau se supera a sí misma y su vorágine de falsedades y delirios ególatras está ya desenfrenada y desesperada. Su penúltima falacia ha consistido en manipular los datos y las encuestas del Barómetro municipal. El objetivo ha sido ocultar que es la líder peor valorada del Ayuntamiento, saca la nota más baja desde que es alcaldesa, suspende con un 4,2 y se coloca la primera edil que obtiene el peor resultado de una década, superando al olvidable Jordi Hereu. ¿Pero cómo se consigue tergiversar los resultados para que se la presente como ganadora de las próximas elecciones y ella y sus comunes como los vencedores en las urnas a muy larga distancia de los otros partidos? Las técnicas que han empleado son tan burdas y absurdas que los expertos las han descubierto inmediatamente. Porque, en el fondo y en la forma, ha consistido en aplicar el Principio 9 de Silenciación del manual de propaganda de Goebbels que ordena: “Acallar las cuestiones sobre las que se carece de argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios afines”.
Los millones de dinero público despilfarrados en publicidad, propaganda, subvenciones, gabinetes de prensa y asesorías de comunicación no han conseguido evitar que casi el veinte por ciento de los barceloneses otorgan a Colau un cero patatero y que ha empeorado hasta la valoración que de ella hacen sus propios comunes. ¿Dónde están ahora Águeda Bañón, artista post-pornográfica que orinaba por las calles y ejerce de directora de comunicación? ¿Y la elitista empresa publicitaria que cobra casi medio millón de euros para diseñar “los actos comunicativos del Ayuntamiento”? ¿Y el santón de la comunicación a la madrileña que le endilgó su amiga Carmena para “perfeccionar el lenguaje inclusivo”, “rediseñar las multas” y “asesoramiento intelectual” por casi diez mil euros mensuales? ¿Cómo se explica semejante fracaso si la encuesta fue realizada cuando Colau se paseaba triunfal por Valencia y Barcelona con la fashion comunista Yolanda Díaz, viajaba a Glasgow para asistir a la cumbre del fracaso ecológico mundial, y se daba el pico con ERC? Pues ni así aprueba.
Como ninguna/o de ellas/os saldrá a dar la cara, ni dimitirá ni será cesada/o por semejante fracaso, quien se ocupó de presentar y repetir las mentiras hasta que parezcan verdad fue el inevitable concejal de cultura, Jordi Martí. El lumbreras tránsfuga del socialismo al colauismo y responsable del tuit publicado por el Ayuntamiento que desinformaba al explicar que el presidente de la Generalitat, Francesc Macià, fue fusilado, cuando la realidad es que murió de apendicitis en la cama. Otro colosal ridículo histórico, nunca mejor dicho, que valdría un suspenso a cualquier estudiante de bachillerato surgido de la exitosa inmersión lingüística. ¿Pero quién asumirá responsabilidades por este asunto y por la “ignorancia enciclopédica” de Colau y su camarilla que ya había detectado hace años el economista Gonzalo Baratech? Tantas y tan grandes muestras de ineptitud ayudan a que la conocida indigencia intelectual de la alcaldesa vaya suspendiendo cada vez más en los sucesivos barómetros municipales sobre su persona y su gestión. Al borde ya del hundimiento de su barco populista y autoritario, Colau sigue demostrando que no hay nada que los imbéciles no logren degradar. Incluida una gran ciudad.