El último barómetro municipal ha levantado una gran polvareda. Se realizó en un momento en el que la alcaldesa tenía un cierto viento de cola con Yolanda Díaz de mástil de proa de la barcaza de los comunes. Y los datos resultantes, como mínimo, eran sorprendentes. Ada Colau quedaba relegada a la quinta posición en preferencia tras Maragall, Collboni, Parera y Artadi. La valoración de la gestión caía en picado incluso entre los votantes de Colau y casi el 50% de los barceloneses la consideran mala o muy mala. Sin embargo, y aquí lo paradójico, Colau ganaba a distancia a todos sus competidores. Lo hacía en voto directo. La estimación de voto simplemente no existía. En este punto, volvamos al principio. El barómetro se hizo en un momento en el que Colau se abrazaba a Yolanda Díaz.

Hay que reconocer que los “hacedores” del barómetro han estado hábiles beneficiando a Colau de la, hoy por hoy, envidiable posición política de Díaz. Ha sido ungida líder de un partido --Podemos-- al que quiere difuminar y de su nuevo proyecto nada se sabe, más allá que no quiere quedarse, como dice la directora adjunta de La Vanguardia, Lola García, en la esquinita, o sea no quiere ser solo la líder de un partido a la izquierda del PSOE.

Díaz solo es Díaz. Un líder sin partido. Pero Díaz es la preferida en el segmento de menores de 44 años y en las últimas semanas está en una posición envidiable en la franja de 44 a 55 años. El escenario político dibuja un triunfo del PP con la inestimable ayuda de Vox. Castilla y León será el campo de pruebas de lo que pueden deparar las generales. Salvo sorpresa, aunque el PSOE de Castilla y León no está para tirar cohetes y Podemos está reducido a la mínima expresión y puede quedarse fuera del Parlamento.

Así las cosas, en la izquierda se está planteando un nuevo dilema. Sánchez sufre el desgaste del gobierno, unido a la gestión de la pandemia y a que la economía --el IPC disparado-- no va a ser el camino de rosas prometido. Por tanto, el PSOE pierde fuelle y el votante de izquierdas se apresta a definir a quién quiere de líder para derrotar a la derecha. A Sánchez o a Díaz. Esta dicotomía fue aprovechada para la confección del barómetro. Se aprovechó este momento y el protagonismo del apoyo a los presupuestos de la Generalitat, conviene no olvidarlo.

Estos podrían ser los motivos --seguramente ustedes pueden pensar en otros-- por lo que los resultados de la encuesta municipal son dispares. Pero quizá no tanto. Colau suspende en gestión, pero gana en voto directo impulsada por Díaz que empieza a ser identificada como un elemento básico para derrotar a la derecha. También en Barcelona. Y Colau se ha montado en este carro.

Eso sí, se han cuidado muy mucho los “hacedores” del barómetro en realizar una estimación de voto, más allá del recuerdo de voto que está sobredimensionado, otra vez, por la presencia de Díaz. Con la estimación de voto, los datos son bastante diferentes y muestran un triple empate entre comunes, socialistas y republicanos. Y no olviden otro dato, el 34% está indeciso.

Sin embargo, teniendo en cuenta todas estas variables la fuerza de Colau sigue en perfecto estado de salud. Los comunes resisten en su aldea gala: Barcelona, y algunos municipios metropolitanos. Colau resiste en Barcelona y a pesar de su gestión, de su deteriorada imagen, de sus ocurrencias, resiste y su electorado sigue movilizado. Díaz, sin duda, ha sido un revulsivo que pone en cierta sordina su mala gestión y que da brillo a su modelo de ciudad.

Los socialistas no son ajenos a estos análisis. Incluso, en la sala de máquinas de Jaume Collboni se apunta a la posibilidad de que Colau repita operación echando a los socialistas a un año de las elecciones. Ponen la mirada en el verano del 2022, fecha para que Díaz ya habrá esbozado su proyecto, en 2023 también tendremos generales, y se pondrá a prueba la salud del gobierno de coalición. Díaz está marcando su propio perfil --la reforma laboral es un gran ejemplo-- y lo tendrá que marcar más. ¿En Barcelona? La capital catalana es el máximo trofeo, posible, para la izquierda nacional una vez descartado Madrid. ¿Para quién? Para Díaz o para Sánchez. Quién gane abrirá un camino para las generales. No olvidemos al tercero en discordia, también de izquierdas, el republicano Maragall que vaga como alma en pena tras el capón de Aragonés que le obligó a comulgar con ruedas de molino en forma de presupuestos.

Ante este escenario, Collboni se está poniendo las pilas marcando su propia impronta. Desde su entorno se apunta a movimientos sonados que pongan de nuevo en el mapa a Barcelona. Sin embargo, no debe olvidar el candidato socialista que la batalla se va a librar en un escenario que, en principio, no le resulta beneficioso. Serán unas municipales en pro del liderazgo de la izquierda y unas municipales que dirimirán quién puede ganar a la derecha. No es su escenario ideal, pero Collboni puede esgrimir algo que no puede hacer Colau: gestión.