El pasado año se hicieron diversas pruebas en Francia y Suiza con aparatos destinados a detectar el ruido que emiten coches y motos para verificar si superan el límite legal. Ahora, Francia anuncia la implantación de controles en diversos puntos del país con el objetivo de multar a quienes emitan más de los decibelios permitidos. En realidad el objetivo es que los desaprensivos dejen de hacer ruido. La multa sólo es un medio para convencerles de que no molesten a los vecinos.
En Barcelona, un informe municipal explica que “en materia de ruido, el Ayuntamiento de Barcelona tiene el compromiso de mejorar la calidad acústica de la ciudad impulsando y liderando programas y actuaciones prioritarias, marcos de colaboración, de coordinación y de información que permitan aminorar la contaminación acústica general de la ciudad, sobre todo en aquellas zonas que superan los valores límite y proteger las zonas tranquilas contra el aumento de la contaminación acústica”. Para ello dispone de un elemento muy útil: el Mapa Estratégico del Ruido. Consultarlo permite descubrir que casi todo l'Eixample supera los 70 decibelios y hay zonas de la ciudad con alta densidad de tránsito (y de residentes) que están por encima de los 80 decibelios. El límite máximo permitido por la ley es de 91 para las motos y algo más para algunos coches y furgonetas, en función de diversos parámetros. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera nocivas las emisiones que superen los 65 decibelios durante el día y los 55 por la noche. Este límite es ampliamente superado en Barcelona. Para los que consideren un consuelo el mal de muchos, también se supera esa cifra en otras partes de la Unión Europea, donde hay unos 113 millones de personas que sufren cada día ruido por encima de ese mínimo. La consecuencias de la exposición constante al ruido son muy serias y suponen más de 16.000 muertes prematuras cada año e ingresos hospitalarios (si el Covid y los recortes lo permiten) de 72.000 ciudadanos más.
De momento, en España no está previsto ningún tipo de control, más allá de un experimento del Gobierno catalán en la C-31 a su paso por Badalona cuyos resultados, si los hay, no han sido hechos públicos. Pero si el Ayuntamiento de Barcelona se toma en serio sus propias palabras y desea liderar “programas y actuaciones”, tiene una oportunidad de oro. Basta con que se ponga en contacto con París o Niza o Lyon, ciudades que participarán en el programa de control del ruido. Puede inicialmente pedir información y también sumarse a la medida. Aunque la ley que regula las emisiones es de carácter estatal, las competencias sobre el control del ruido en las ciudades están transferidas a los consistorios, que disponen de amplias capacidades reguladoras.
Barcelona realizó a finales de 2021 una serie de controles (sin sanciones) en diversos puntos de la ciudad como Gran de Sant Andreu o Tuset y Aribau. El Ayuntamiento, en su informe sobre el ruido, dice ser consciente de que en Barcelona está aumentando y asegura estar “haciendo un esfuerzo por mejorar la calidad acústica de la ciudad mediante la realización de una amplia variedad de actuaciones”. Estaría bien conocerlas. De hecho, estaría bien que el consistorio diese a conocer la tipología de las denuncias, los motivos de las mismas y, también, el resultado final: si se pagan o se olvidan o se traspapelan como hace Interior con las de los que cortan la Meridiana. Del mismo modo que Hacienda da a conocer la identidad de los grandes morosos, el Ayuntamiento podría hacer públicos los nombres de los grandes infractores, esos que acumulan infracciones, es decir, faltas de respeto al resto de barceloneses. Hace algún tiempo, se supo que el ex ministro Josep Piqué era propenso a pasarse el código de circulación por la entrepierna, además de no haber abonado el impuesto de circulación. Es injusto que sólo los famosos tengan pena de telediario. Habría que democratizar el asunto y avergonzar también a los que no son famosos.
Y quede claro: el objetivo no es la sanción ni la recaudación, sino evitar las agresiones (en este caso sonoras) al conjunto de la ciudadanía. Después de todo, hacer ruido no es, en general, obligatorio. Y ya de paso: podrían empezar dando ejemplo las empresas concesionarias de la limpieza municipal.