Este pasado viernes conocimos una noticia que, pese a rumorearse en algunos entornos no dejó de sorprender. Teresa Cunillera decidió poner punto y final a su carrera política. La hasta ahora delegada del Gobierno en Cataluña dejaba su cargo tras mandar una carta al presidente Pedro Sánchez en la que esgrimía los motivos de su decisión.
Cunillera asumió el cargo en junio del 2018, en un momento que podíamos considerar “sólo para valientes”, y desde entonces, lo ostentó de forma ejemplar. Es importante al evaluar su paso por la delegación del Gobierno en Cataluña ser muy conscientes de que tuvo que lidiar con unos momentos especialmente delicados. A los problemas derivados de los últimos coletazos del procés había que añadir la gestión de una pandemia de dimensiones desconocidas para todos nosotros.
Hay que reconocer que, si bien muchos pueden creer que en otras comunidades las delegaciones del gobierno parecen no tener un ritmo frenético, la delegación en Cataluña ha estado marcada estos últimos años por un ritmo que solo pueden soportar personas con una vocación política mayúscula.
Teresa Cunillera ha demostrado estar a la altura de este último trabajo que se le había encomendado, y dimite del mismo dejando tras su marcha una Cataluña que poco se parece a la del 2017. Mucho más tranquila y menos conflictiva que en los años previos a su toma de posesión como Delegada.
La nueva apuesta del PSOE y el PSC tiene ya nombre y apellidos. Se trata de una de esas personas conocidas por la sociedad barcelonesa, María Eugenia Gay, que como todos saben hace 6 meses fue reelegida como decana del colegio de abogacía de Barcelona (ICAB).
En la reelección Gay obtuvo 5.496 votos (el 53 %) frente a los 4.099 cosechados por la principal lista alternativa marcadamente independentista, encabezada por Gonçal Oliveros.
Entre dos maneras de entender el papel del colegio de los abogados barceloneses se impuso la del sentido común. La de trabajar con independencia de los vaivenes políticos por los fines propios de dicho colegio profesional. Y en los tiempos que vivimos, esto no es un mérito menor. Hay veces en que defender el sentido común es un acto revolucionario, y esta revolución la lideró María Eugenia.
Resistió el envite de Oliveros y de quienes trataban de “ganar” para el independentismo uno de los colegios profesionales con más pedigrí de Cataluña. No podemos olvidar que su intención era que el ICAB se pronunciase sobre la supuesta “vulneración de derechos”, en clara alusión a las causas judiciales que sobrevolaban el desdichado procés.
Como contrapunto María Eugenia presentó una candidatura de marcado perfil institucional. Y eso es precisamente lo que necesitamos en nuestra tierra. Gente capaz de entender lo que es precisamente el decoro institucional. Personas capaces de ejercer sus obligaciones sin caer en pretensiones estúpidas que ponen en jaque la reputación de las instituciones que representan.
Podría dedicarme a glosar el currículum de la nueva delegada y citar algunas de sus responsabilidades más notorias, como el hecho ser vicepresidenta del Consejo General de la Abogacía Española (CGAE) o presidenta de la Comisión de Mediación de la Federation des Barreaux d'Eureope (FBE), pero en realidad eso no es lo más relevante.
El Partido Socialista hace una apuesta clara por un perfil joven y preparado. Por un perfil que, además, no forma parte del propio partido político, demostrando de este modo una capacidad poco común en los partidos de nuestro país: atraer talento.
Han sido muchos quienes bajo la proclama de atraer talento no han hecho más que alejarlo. Ver que los socialistas dan un cargo de tantísima responsabilidad a alguien como María Eugenia Gay da esperanza a quienes todavía creemos que en política hay quienes miran por el bien común con independencia de siglas o adscripciones.
La nueva delegada tiene sin duda por delante una tarea ardua. La situación está mucho mejor que cuando Cunillera asumió el cargo, pero el futuro inmediato necesitará sin duda de perfiles solventes capaces de interlocutar con todo el mundo sin perder el decoro institucional que debería caracterizar a quienes ostentan este tipo de roles.
María Eugenia ha demostrado que será capaz de estar a la altura del cargo que le encomiendan en breve. Ahora tan solo le queda cruzar la calle para representar al Gobierno de España en lugar de a sus colegas abogados de Barcelona. Esperamos que el camino que emprende desde la delegación del gobierno de Cataluña sea en beneficio de todos los barceloneses y de todos los catalanes igual que lo ha sido para los abogados de la ciudad su paso por el ICAB.