Las ciudades no están de moda, porque, con la pandemia, muchos ojos se han fijado en los espacios naturales que rodean las urbes y en el vacío que existe. La racionalidad nos indicaría que no se puede vivir agolpados en unas pocas manchas urbanas, que estar al lado de la costa, en el conjunto de España, no tiene mucho sentido, cuando hay tantos espacios abandonados. Pero la salvación, no nos engañemos, está en las ciudades, aunque no en unas pocas ciudades, como es el caso de España, donde cada vez más todo lo monopoliza Madrid, con Barcelona en segunda línea. Más ciudades, pero en las ciudades. ¿Por qué?

Las reivindicaciones de la España vaciada, con nuevos partidos provinciales, como se verá ahora en las elecciones de Castilla y León, pueden estar justificadas, pero hay que tener en cuenta otros factores. Lo explicó el economista Edward Glaeser, en El triunfo de las ciudades, que se ha convertido en un clásico. Lo ha vuelto a publicar Taurus, y las lecciones son numerosas. A pesar de los medioambientalistas, las ciudades son la opción más ecológica, económica y enriquecedora para sus habitantes. Concentra, y, por tanto, racionaliza. Y ofrece más oportunidades, también para las clases más desfavorecidas.

Las comunidades luchan ahora por el nuevo reparto, con la renovación del modelo de financiación autonómica. Y hay dos grandes criterios que se ponen sobre la mesa: atender a la dispersión de la población y a su envejecimiento –van de la mano—o a la concentración y al número de inmigrantes que se atiende. Entre Castilla y León y Cataluña, por ejemplo. Para lo que nos ocupa parece claro que la concentración de personas, con núcleos mayores, permitirá una mejor atención sanitaria y una educación más intensiva. Se trata, también, de ahorrar costes y que las inversiones, de todo tipo, sean más útiles y eficaces. La ciudad, media, grande, aparece, de nuevo, como la gran alternativa.

Una red de ciudades, con zonas más esponjadas, que también puedan incorporarse a una nueva modernidad. Por eso, lo que ocurre en Barcelona no es positivo e indica que no pasa por su mejor momento. Sin necesidad de mirar, otra vez, a Madrid, que concentra recursos de todas las comunidades con las que comparte frontera, Barcelona no puede resignarse a la pérdida de población. La ha perdido, por primera vez, en cinco años. A 1 de enero de 2021, tenía un censo de 1.660.314 personas, unas 6.200 menos respecto a un año antes. Y, aunque los efectos de la pandemia son importantes, también lo son la bajada de nacimientos y el descenso de los flujos migratorios.

Glaeser desgrana el por qué del avance de unas determinadas ciudades frente a otras. Tiene claro que las urbes que salen a flote son aquellas que saben reiventarse, y eso se logra gracias al capital humano que reciben para adaptar a los nuevos retos. Una ciudad triunfa, según Glaeser, si sigue ganando habitantes a lo largo de su vida. Mientras Detroit se ha ido vaciando, Nueva York atrae ese capital tan diverso que permite una adaptación constante. Mientras Detroit dependía en exclusiva de la industria automovilística, Nueva York sabe diversificarse.

A una ciudad acuden los que buscan cosas nuevas, los profesionales que ven nuevas opciones de trabajo, también aquellos que reclaman ocio, los que, desde una buena posición social, exigen calidad de vida y los que, desde niveles más modestos, esperan oportunidades para subir.

Una de las lecciones, según este economista, que se debe retener es que a medida que la proporción de población urbana crece en un 10%, en un determinado país, la riqueza per cápita crece en una media del 30%.

Claro que todo ese flujo, que ve en las ciudades un lugar donde realizarse, precisa una regulación. Pero no es un buen mensaje el de animar a huir de las grandes ciudades. ¿Para volver a dónde?

Barcelona se la juega en los próximos años. No es algo que merezca la chanza el comentario del expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy. En una entrevista en El Confidencial, Rajoy señala a Barcelona como el ejemplo de una realidad que fue, y ya no es. “Mire, hace años usted escuchaba que Barcelona era una gran ciudad y lo era. Ahora ya no se dice que Barcelona es una gran ciudad, se dice que Barcelona era una gran ciudad. Eso es muy negativo. Ocúpense de lo importante y cumplan la ley”.

Tengamos en cuenta a Rajoy, ¡y a Glaeser!