Nunca como ahora se han publicado tantas buenas noticias del ámbito empresarial de Barcelona, pese a que la situación económica de estos momentos es objetivamente peor que la de épocas pasadas. Se podría interpretar que los medios de comunicación priman los aspectos más optimistas del momento sobre los pesimistas, que hay una voluntad propositiva.

Basta echar un vistazo para darse cuenta de que una simple ronda de financiación de una startup es merecedora de un hueco en las cabeceras más serias sin necesidad de que la empresa trate de obtener cantidades importantes o de que tenga cerrados acuerdos ambiciosos.

Lo mismo se puede decir del nacimiento de compañías o de las buenas previsiones de iniciativas jovencísimas, que logran buenos espacios semipublicitarios. Tiempo atrás, en el ámbito de la financiación empresarial solo era noticia una salida a bolsa, difícilmente la concesión de un crédito o la entrada de un socio capitalista en el accionariado; o sea, por encima de todo estaba el volumen de la operación y, en casos extraordinarios, la originalidad del producto o del servicio.

Incluso se están publicando libros con propuestas para el relanzamiento de Barcelona, han nacido digitales de ámbito municipal que sólo recogen información favorable a la imagen de la ciudad, como esos usuarios de WhatsApp que huyen de los tóxicos y advierten a sus interlocutores: “Solo buenas noticias”. ¡Lo nunca visto!

Sin embargo, hay quienes se quejan del pesimismo, de la falta de autoestima que pesa sobre la ciudad, como dijo el otro día Marian Muro, la directora de Turisme Barcelona, en una entrevista en el diario Ara. Los datos objetivos no coinciden con esa percepción, más allá de que efectivamente hay noticias negativas que no se pueden obviar; unas muy concretas, como la pérdida de marcas en el Maremagnum, por ejemplo, o el feo de Sony a MWG, y otras más vagas, como la criminalidad o la limpieza de las calles. Además, lamentablemente, las autoridades municipales de Barcelona mantienen una actitud más propia de un activista alejado de las responsabilidades de gobierno que de un gestor. Transmiten la idea de estar a la contra, lo que no crea el ambiente más propicio para los negocios.

¿Y qué decir del entorno? La Vanguardia acaba de publicar los datos del flujo migratorio entre comunidades autónomas españolas en el 2000 y en el 2020: Madrid y sus dos áreas de influencia en Castilla se han convertido en el principal polo de atracción del país. Más que doblan a Cataluña, Barcelona incluida. Lo explican razones relacionadas con la transformación de la economía, con la pérdida de actividad industrial y el auge del sector terciario, pero también otras de índole política.

El “lo volveremos a hacer”, los disturbios callejeros, los cortes sistemáticos de grandes vías de comunicación, la tensión en las escuelas y en los tribunales, la queja continua y el conflicto permanente en torno a la lengua que no deja de enviar un mensaje etnicista poco atractivo para el visitante, sea turista, empresario o trabajador. Barcelona tampoco puede librarse de ese lastre que le hace nadar a contra corriente.