Ada Colau ha contratado a un diseñador de lujo por 20.000 euros al mes. Su objetivo, además de despilfarrar todo el dinero posible antes de las próximas elecciones municipales, es que la nueva estrella del diseño influya en el voto de los barceloneses con un lenguaje “próximo, empático, creativo y movilizador”. Desgastada su máscara de antisistema que prometía acabar con los coches, turistas, comerciantes y todo el pijerío en Barcelona, Colau ha cambiado de gustos y de ideas y se dedica a contratar a astros de la imagen con cachés de alto standing. Antes de este nuevo fichaje, ya se rindió a una empresa publicitaria que se embolsa casi medio millón de euros públicos para “diseñar los actos comunicativos del Ayuntamiento”. También había reforzado su dream team de la comunicación con el asesor de su amiga Carmena para “perfeccionar el lenguaje inclusivo”, “rediseñar las multas” y “asesoramiento intelectual” por otros casi diez mil euros mensuales.

Cuando el alcalde Pasqual Maragall, la pregunta para ligar entre el glamur de Diagonal a Sant Gervasi era “¿estudias o diseñas?" Ahora, las comuneras nuevas ricas surgidas de las acequias de la izquierda ficticia preguntan: "¿estudias o asesoras a Ada?" Las élites de limpiadores de fachadas políticas diseñan y rediseñan lenguajes “próximos, empáticos, inclusivos, movilizadores, creativos” y otras sandeces del léxico de la falsa izquierda basado en no decir nada y lo contrario. Mientras, Colau ha depurado a casi veinte personas de su primigenio equipo de comunicación mediante despidos improcedentes, para desespero del último que queda para echar el cierre y apagar la luz. Al recambio de currantes idealistas de base por gurús de alta gama económica lo llamó “cambio de estrategia”. Palabras huecas que no explicó a los damnificados y que ahora se ve qué significaban. Como aquello del urbanismo táctico, más o menos.

Colau y su corte de los milagros lingüísticos al estilo comunero y de las facciones podemitas y podemeras echan mano de la pedante, ridícula y confusa palabrería que permite hacer lo contrario de lo que verbalizan. Así por ejemplo: “empoderamiento”, “identitario”, “implementar”, “inclusivo”, “resiliencia”, “socialmente responsable”, “sostenible”, “sostenibilidad”, “verde”, “visibilizar”… Quincallería verbal oscura y plomiza propia de las fantasmas autoritarias que recorren Barcelona con los mismos manuales reciclados de mentir y manipular que usa la ultraderecha local e internacional.

Hace tiempo, una profesora de lengua escribió un artículo en las redes que se hizo viral. Se preguntaba: “¿nuestros políticos y muchos periodistas hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes a ellos y a sus seguidores”. Y visto lo visto inclusivo concluyó: “no es lo mismo tener un cargo público que ser una carga pública”. Colau no captó el matiz porque había olvidado los principios y fundamentos de la ética y ahora ya sólo es una costosa y cansina carga para Barcelona. Además, difícilmente estará divi por muchos asesores que lo intenten a precio de oro más dudoso que aquel que se vendía en algunos bazares y calles de la Barceloneta.