“La suciedad es una percepción”. Colau dixit. Y se ha quedado tan pancha nuestra alcaldesa. La ciudad no está precisamente para tirar cohetes. No solo porque es todo un caos circulatorio, con restricciones enfermizas al coche sino porque está sucia. Así, sin más, sucia. Será una percepción, pero solo hace falta darse un paseo, andando off course porque en coche es imposible, para ver que Barcelona está hecha un churro. Si además vas por Sant Andreu el fiasco del “puerta a puerta” lo hace más evidente. Las fotos que se han publicado en las redes sociales se lo ponen muy claro a la señora Colau, que seguro que argumentará que es un nuevo complot de la derecha o de las malvadas empresas.

Por si fuera poco, la ciudad amable ya no es tal. Es chunga, así, también, sin más. En una carta en El Periódico, una pareja de ciudadanos se queja de que se pretende quitar las plazas de aparcamiento en las playas. Son gente mayor que utiliza el coche para ir a la playa porque no tienen el cuerpo para acarrear en transporte público la sombrilla y las sillas, y menos todavía para utilizar el patinete o la bicicleta. Está claro que Barcelona ya no es una ciudad para mayores gracias a la inestimable, y nunca bien ponderada, alcaldesa. Señores, si quieren ir a la playa en coche vayan al Maresme o a Castelldefels y no molesten a los urbanitas que están en forma. Por favor, ¡que desfachatez!

Y que decir de la última petición de Foment del Treball contra las superilles que ponen en jaque al comercio y a la restauración allá por donde pasan. Cómo son estos empresarios, con lo bonita que es la ciudad vacía con sus comercios cerrados, sin ruidos molestos para los ciudadanos que quieren convertir Barcelona en un paradisiaco pueblo de los Pirineos. Si se queda gente en el paro que se busquen la vida en otro sitio.

Los progres urbanitas no solo no quieren que haya futuro para la Cataluña de montaña ni para la Cataluña interior que tiene que quedarse tal como está para ir los fines de semana, sino que tampoco quieren futuro para Barcelona. Empobrecer es empequeñecer, y empequeñecer es sinónimo de miseria. A la propuesta de Foment, no rotundo. Nada de hablar, nada de dialogar, nada de ver pros o contras. Hay que decir que no y punto, porque Colau sabe que los que la critican solo tienen una percepción. Ella tiene la posesión de la verdad.

De la Barcelona cosmopolita ya casi no queda ni rastro y no solo por la pandemia. Barcelona es una ciudad antipática en todas sus facetas y si alguien protesta es por percepción, el nuevo concepto con el que nos amenazan los comunes. Los mismos que quieren cerrar las puertas al futuro de las gentes del Pirineo porque como dijo el lúcido concejal Jordi Martí en el 2030 ya no nevará. Es mejor que las comarcas se degraden y volvamos a la economía de subsistencia. Bueno que vuelvan ellos, los del Pirineo, para que los urbanitas vayan a disfrutar de sus merecidos descansos.

Visto lo visto, algunos quieren convertir Barcelona no ya en una ciudad antipática, aburrida, sino en una ciudad idiotizada. La última ocurrencia de la alcaldesa afirmando que la suciedad es una percepción es el mejor ejemplo de esa idea de que podemos decir cualquier cosa porque los ciudadanos son idiotas. Son idiotas las que la ven sucia, son idiotas los que utilizan el coche para sus desplazamientos, son idiotas los que tienen un puesto de trabajo que depende de que sus convecinos puedan ir a bares, comercios y restaurantes. Solo son inteligentes y listos, --son los buenos ciudadanos--, aquellos que aspiran en su fuero interno a que Barcelona sea en su conjunto un huerto urbano. En nuestras manos está no ser sumisos y protagonizar la rebelión de los idiotas.