Se celebra en nuestra querida ciudad, del 3 al 13 de febrero, la nueva edición de Barcelona Negra, el evento literario consagrado a la novela criminal que se inventó en 2005 el difunto librero (y enciclopedia humana del género) Paco Camarasa. Ahora lo dirige Carlos Zanón y está plenamente asentado en el panorama cultural de la ciudad, reuniendo a un buen número de autores nacionales e internacionales y a un público nutrido de aficionados. El certamen ha seguido una evolución en paralelo con el de la sociedad lectora, que tiene en los thrillers la fuente de entretenimiento más extendida, como demuestran las diferentes listas de best sellers que se publican en España. No siempre fue así. Durante años, la novela negra fue el pariente pobre de la literatura y muchas colecciones a ella dedicadas se hundieron por falta de ventas en las últimas décadas del siglo XX. Nada que ver con la situación actual, que es, por otra parte, la misma que se registra en los países anglosajones, donde los thrillers acaparan los primeros puestos en las listas de ventas.

No es fácil elegir un evento de los muchos que se acumulan durante estos diez días, pero si les he de recomendar uno, sería el de este sábado en el Casino del Poblenou en torno al escritor inglés Ted Lewis (Manchester, 1940--Londres, 1982) y el extraño personaje que alumbró a finales de los setenta y de cuyas andanzas le dio tiempo a escribir tres novelas espléndidas que ha publicado en España recientemente el pequeño pero muy interesante sello Sajalin Editores, Jack Carter, un criminal dotado de un peculiar código ético al que la mayoría de los españoles descubrimos en 1971 a través del cine con la película de Mike Hodges Get Carter (Asesino implacable), protagonizada por el siempre eficaz Michael Caine (que ya le había prestado su cara de miope al extravagante espía Harry Palmer en las adaptaciones de las novelas de Len Deighton).

Quien se acerque este sábado por L'Aliança del Poblenou podrá asistir a un debate que promete ser interesante entre el traductor de las novelas de Lewis, el mallorquín Damià Alou, y uno de sus principales paladines, el escritor barcelonés Kiko Amat, que es quien más ha insistido últimamente en las virtudes del señor Lewis, un tipo de vida desastrosa (y variopinta: trabajó como animador en el Yellow Submarine de los Beatles) cuya afición desmesurada a empinar el codo le condujo a una muerte prematura a los 42 años. Su principal logro, en lo referente al ciclo Carter, fue conseguir que empatizáramos con un personaje que, en principio, no resultaba muy recomendable, aunque sí un poco más que la chusma que lo rodea en sus aventuras, que es, sin duda alguna, lo peor de Inglaterra. Carentes (voluntariamente) del más mínimo glamur, las tribulaciones de Jack Carter se desarrollan invariablemente en sitios horribles, en el culo de Gran Bretaña, y demuestran un notable conocimiento de la gentuza local, mucho más cutre que sus equivalentes norteamericanos (sobre todo, después de pasar por Hollywood). De la misma manera que la mafia italiana no tiene nada que ver con la estadounidense, el inframundo británico que con tanta habilidad describe Lewis está a años luz de su equivalente americano. Y en ese inframundo destaca, sin esforzarse mucho, el gran Jack Carter, una mezcla de mafioso de tercera, matón y solucionador expeditivo de problemas que, curiosamente, exhibe algo que recuerda mínimamente a un código moral.

Como el acto del Poblenou empieza a las cuatro de la tarde, la noche nos quedará libre para revisar Get Carter (en dvd o en alguna plataforma) y hasta su remake made in Hollywood de principios de este siglo, aunque no se lo recomiendo a nadie (mejor revisar el otro gran thriller inglés de principios de los setenta, The long good Friday, con un soberbio Bob Hoskins). Después de haber visto a Michael Caine dando vida a Jack Carter, es poco probable que nadie quiera ver interpretar ese papel al pétreo Sylvester Stallone.  Aunque también es verdad que hay gente para todo.