En la táctica y en la estrategia que implica toda contienda electoral es difícil encontrar mayor riqueza de matices que los que afectan a los comicios municipales de las grandes urbes. Leo con atención la información de Manel Manchón sobre los planes y propósitos del teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, Jaume Collboni, acerca de tejer complicidades con muchos sectores económicos y potenciar la realización de grandes eventos en la ciudad como por ejemplo la celebración de la majestuosa Copa del América de Vela, una de las grandes citas deportivas mundiales. Collboni, al que nadie puede negar la dedicación y la perseverancia, podría haber sido un competidor diestro en el piragüismo de aguas bravas si la vida le hubiera llevado por el también sacrificado mundo del deporte. Tiene ante sí el reto de hacer lucir su trabajo entre el electorado y también ante las fuerzas dominantes que habitan en su partido aunque quizás el orden correcto debería ser convencer primero a sus huestes para luego tratar de seducir al votante barcelonés.

Sin duda no es una tarea fácil. Las formas moderadas de Collboni, como señala Manchón, no siempre son compartidas por el PSC o/y el PSOE. ¿Será suficiente para derrotar a Ada Colau seguir cavando un túnel en el subsuelo con sordina o debería como le reclaman muchos empezar a usar la dinamita para escenificar sus desacuerdos con la alcaldía? Esa es sin duda la pregunta del millón de dólares pero parece imprescindible contestarla a la mayor brevedad. El trabajo bien hecho sirve de poco si quienes deben apreciarlo tienen que hacerlo en un escenario enturbiado por la falta de claridad. El ejercicio de corresponsabilidad al frente de la nave municipal, que sin duda ha servido para atemperar determinadas ocurrencias, va tocando a su fin. Los barceloneses tienen que saber dónde están y cómo van a actuar los principales actores de la política municipal. Son tiempos de un trabajo fino en la trastienda del taller pero también de empezar a colocar las intenciones en el escaparate. Finezza por un lado pero determinación con decibelios por el otro. Si Collboni quiere tener la oportunidad del sorpasso a la líder del poder establecido en Barcelona debe dominar la técnica del pespunte pero también la de apretar a fondo el pedal para darle velocidad a su máquina de coser.  

Es cierto que en los últimos tiempos se han empezado a vislumbrar diferencias más notables entre las dos formaciones que gobiernan la ciudad pero, sinceramente, el electorado necesita ver maneras todavía más dispares a la hora de entender la gestión ciudadana. Si eso no ocurre, Collboni corre el riesgo de quedar atrapado en las arenas movedizas del actual poder municipal y en ese terreno, en el pantano, Colau es una competidora con innumerables recursos. Optar a grandes acontecimientos para la ciudad es una vía para recuperar terrenos perdidos pero harán falta más cosas para que el entusiasmo vuelva a posarse en la calle de una ciudad que ha optado más por agarrarse al lamento del fado que arrancarse por bulerías.