Los intolerantes están por todas partes. Toman diferentes formas, pero también los tenemos en nuestra ciudad. El totalitarismo no es de izquierdas ni de derechas, es de indeseables de todo signo.
El próximo 31 de marzo iba a celebrarse en la Biblioteca Sant Pau-Santa Creu un interesante diálogo sobre el Raval aprovechando la presentación de la novela de mi amigo José María Asencio En busca de la irrealidad. Novela ambientada en dicho barrio que serviría de punto de partida para un diálogo entre el autor de la obra y vecinos del barrio.
Por lo general para que la presentación de una novela funcione hacen falta tres ingredientes: la voluntad del autor, la voluntad de sus acompañantes en la mesa y la aceptación del público. En este caso, la presentación contaba con algunos ingredientes más. La excelente crítica recibida en los medios de comunicación y una mirada muy singular del barrio que iba a acoger dicha presentación.
Desgraciadamente, los totalitarios del lugar han decidido por todos. Se han propuesto que esta presentación no tenga lugar el próximo 31 de marzo, y lo han conseguido.
Al enterarse de la convocatoria, grupos extremistas del barrio empezaron a verter acusaciones contra el joven juez autor de la novela. Acusaciones a las que algunos estamos desgraciadamente muy acostumbrados, pero que no por ello podemos normalizar. La amenazante maquinaria de los totalitarios se puso en marcha bajo la consigna de que el joven juez es un “fascista”. Ese concepto arrojadizo que por exceso de uso y banalización pierde potencia día tras día, más aún cuando quienes lo enarbolan son verdaderos totalitarios que encajan más con los métodos fascistas que con el espíritu democrático.
Ellos dictaron sentencia. José María no presentará en el Raval. Y por el momento lo han conseguido. Según información que he podido conocer en estos días, ciertos grupos radicales del Raval han hecho saber a los vecinos que no van a permitir que se celebre el acto, y que si alguien se atreve a plantearlo lo boicotearán.
Tras varias presiones, las personas que debían acompañar al autor en el diálogo programado empezaron a excusar su presencia sin dar ningún motivo concreto, y tras la ristra de cancelaciones, el acto ha quedado suspendido. Y digo suspendido porque espero y deseo que no sea una cancelación, sino un aplazamiento.
Buscando los motivos por los que personas comprometidas con el barrio han terminado declinando la invitación tras haber confirmado previamente su participación en la mesa me inclino por la explicación más sencilla. El miedo. Porque es normal. Los totalitarios a veces asustan. Tal como explicaba el superviviente del holocausto Eddie Jaku, hay veces en que los opresores tienen tanto miedo como los oprimidos. Esto es el fascismo, un sistema donde todos son víctimas. Unos porque se quedan sin invitados a la mesa para realizar un coloquio y otros porque anulan su presencia por miedo a la represalias que puedan llegar a sufrir.
Y lo peor es que la excusa para boicotear un coloquio sea la de que Asencio es un fascista. Que acusen a uno de fascista siendo un demócrata convencido es terrible, que lo hagan cuando encima uno es progresista molesta doblemente. Si no conociera el perfil de quienes pretenden vetar la presentación del juez Asencio pensaría que no están informados de quién es el personaje en cuestión, pero como conozco el sectarismo con el que operan los opresores tan sólo puedo decir que son mala gente.
José María es un reconocido juez progresista que ha sido coordinador de la asociación de jueces progresistas y de Juezas y Jueces por la Democracia en Cataluña. Que a pesar de su currículo le llamen fascista no es solo un despropósito, es un insulto a la inteligencia.
He querido indagar un poco en los motivos por los que se supone que el juez progresista Asencio es un fascista. Al parecer han circulado por algunos grupos de whatsapp del Raval artículos en los que Asencio criticaba la 'okupación' de inmuebles en la ciudad y reflexionaba sobre las normativas que protegen a los pequeños propietarios contra los okupas. Así que, resumiendo. Lo que aquí sucede es aquello de como disientas te veto. Si te atreves a proclamar algo que una minoría no comparte te vetan la entrada al Raval.
Eso no sólo es deleznable, sino que hace un flaco favor a un barrio que si algo necesita es precisamente diálogo y reflexión sobre su pasado y su futuro. En el Raval no sobran eventos culturales. Sobran totalitarios que creen que Ciutat Vella es suya.
Estoy convencido de que vale la pena buscar otro momento y otro espacio para realizar el diálogo que nos quedará pendiente el día 31. Dejar que se salgan con la suya es dejarnos vencer, y eso, para mí, no es una opción.