Sería exagerado decir que el equipo de gobierno del ayuntamiento se ha alegrado por el triunfo de la candidatura de Barcelona como sede de la Copa América de Vela. Tanto este deporte en sí como la parafernalia que lo envuelve son la antítesis de lo que Barcelona en Comú representa.

Tanto por su impacto turístico como por el perfil social de sus aficionados, la vela no puede estar más lejos de la ciudad que el partido de la alcaldesa Ada Colau quiere que sea Barcelona. Es muy probable que parte de la discreción con que se han movido los promotores privados de la idea tenga mucho que ver con ese maniqueísmo. Resulta llamativo que ninguna de las otras candidatas, fuera y dentro de España, haya considerado necesario trabajar en silencio.

Barcelona Global, el lobi defensor del proyecto, ha permanecido en un extraño segundo plano, como las familias dispuestas a poner recursos. Hay referencias a los Puig, los perfumistas, conocidos regatistas que durante tantos años han participado en la organización del Salón Náutico y en el Club Náutico; y poco más. Se respira un ambiente de forzada contención, como si nadie quisiera ganarse la enemistad del sheriff del pueblo.

El presidente de la Real Federación Española de Vela ha explicado que tanto los promotores de Valencia como de Málaga les habían consultado y pedido su apoyo; pero que no fue el caso de la capital catalana.

De seguir las cosas así, España seguirá sin equipo nacional para las pruebas de 2024. De hecho, el último que participó en esta regata lo hizo en 2007. Y llevaba el significativo nombre de El desafío. El presupuesto global de un barco competidor es muy alto, puede llegar a los 50 millones, y las condiciones para su admisión son muy exigentes: el velero debe haber sido construido en el país que lo abandera, su líder ha de ser nacional, como la tripulación. Todo muy selectivo, aunque no más que la Fórmula 1.

Es posible que la retirada de Valencia haya tenido que ver con el elitismo de la copa y con el cliché que la rodea. Tanto la Generalitat como el consistorio local se echaron atrás con el argumento de que la coyuntura desaconseja incurrir en los gastos que implica ser la sede, unos 200 millones entre avales y las obras necesarias. Además, aún está por pagar una deuda de 60 millones de la copa de 2007. Pero la patronal valenciana no se lo cree, sospecha que hay una actitud de rechazo.

Esa excusa sería de difícil aplicación en Barcelona, dado que las instalaciones ya existen casi en su totalidad. Aun así hay que poner 70 millones, 30 de canon y el resto para la organización. El consistorio no quería que trascendiera la cantidad que aportará –unos 10 millones-- ni a través de qué organismo: una extraña forma de entender la transparencia. Las palabras de ayer de Colau tras la presentación de la regata reflejaban el escaso entusiasmo que le provoca y que ha tenido que sumarse a regañadientes después de que la ciudad dejara pasar grandes ocasiones por la inestabilidad política y por prejuicios ideológicos.