Hace dos o tres semanas, ahora no recuerdo, dije que las oposiciones a funcionario municipal del señor Badia iban a traer cola, y veo que no me equivoqué. Tanto si aprobaba las oposiciones como si las suspendía, iban a ser motivo de recochineo y sospecha. Estudiar oposiciones mientras ejerces un cargo público y eres el jefe de tus examinadores… En fin, que bonito no es.
Se montó un pequeño escándalo por algo que debería haber sido un escándalo mayúsculo y el señor Badia, al final, dijo que abandonaba las oposiciones, para evitar que pensáramos mal de él, etc. Vamos, que tuvo que dejarlo porque le pillaron, ¿o acaso fue porque…?
Salió en la prensa que abandonó las oposiciones después del primer examen. Pues queremos saber. Queremos saber si lo aprobó o lo suspendió. Es una tontería, me dirán. Pero ¿qué quieren que les diga? Me muero de ganas de saberlo. Quizá vio que se le iba a notar mucho si las aprobaba y que no se iba a librar de una impugnación. También me muero de ganas de saber cómo preparó las oposiciones ostentando un cargo público con responsabilidad ejecutiva. Quizá así se explique por qué allá donde el señor Badia mete mano mete la pata. O quizá no. Igual es así de patoso de natural.
Tras esta anécdota se esconde un profundo desprecio por la función pública. Se entiende como refugio a todo riesgo, como un lugar de reposo, como un privilegio al que uno puede acceder por el método digital (a dedo). La población suele hablar muy mal de los funcionarios en particular y de los empleados públicos en general. No debería ser así, y si es así, tenemos un problema.
En primer lugar, uno se lleva las manos a la cabeza ante esos enterados que aseguran que sobran funcionarios. Pues no, no sobran. Faltan. El número de funcionarios y empleados públicos por habitante en Cataluña es inferior a la media española, que, a su vez, es inferior a la de los países más desarrollados de Europa. El funcionario de carrera que trabaja en la Administración pública es una garantía del cumplimiento de la ley ante un cambio de gobierno, y de mantener la máquina del Estado en funcionamiento aunque haya idiotas al mando.
Si no me creen, pregúntense por qué el señor Pujol, que diseñó la actual Generalitat desde cero, nunca quiso tener funcionarios de élite en la administración catalana, como sí existen en la española, esos funcionarios que se plantan ante un ministro y pueden decirle que no, si el ministro se pasa la ley por el forro. Cuando examinamos la biografía del susodicho y pasamos de Banca Catalana al 3 % descubrimos por qué. No se lo hubieran puesto fácil para convertir el gobierno de Cataluña en un asunto familiar y clientelar, como así sucedió y en gran manera sigue sucediendo.
Empleados públicos son los maestros, el personal sanitario, los trabajadores sociales… Gran parte de los problemas administrativos y burocráticos a los que se enfrenta un ciudadano se deben a un mal diseño del proceso, a una mala planificación, a una falta de medios, a jefes verdaderamente ineptos. Entre los funcionarios es asombrosamente alto el número de trabajadores "quemados" o con problemas de ansiedad provocados por sus superiores o un entorno hostil. No saben lo mal que puede llegar a pasarlo el funcionario que denuncia una irregularidad o algún flagrante delito de un superior. También, la enorme cantidad de empleados públicos con contratos irregulares, mucho mayor de la que imaginan. Díganmelo a mí, que he trabajado 20 años como empleado público. He experimentado todo lo dicho en este párrafo, bien lo sé.
Intenten darse de baja de una compañía telefónica, reclamen un cobro erróneo a una compañía eléctrica, descubran que el seguro no cubre esa operación de hígado o intenten ingresar unas monedas en su cuenta corriente y luego vengan a decirme que la empresa privada lo hace mejor. Sobre las condiciones laborales de trabajadores y funcionarios, quizá sea el momento de denunciar los abusos de los empresarios en vez de cargarse la función pública, que es el principal sostén del Estado del Bienestar.
Queremos saber, sí, si el señor Badia suspendió el examen, pero también queremos saber, ahora que viene un año electoral, qué planes tienen unos y otros para conseguir que mejore tanto el servicio como la calidad de la función pública en nuestra ciudad, en esta Comunidad Autónoma y en el Estado. Es que nos va mucho en ello.