Según el Diccionario para búsquedas urgentes de dudas de la Fundeu RAE: “La expresión a la búlgara empezó a usarse para aludir a decisiones tomadas por disciplinada unanimidad, a veces con más votos que votantes, como se dice que sucedía en las reuniones del Partido Comunista Búlgaro. Es decir, se refiere a decisiones de las que nadie discrepa, más por miedo o disciplina que por convicción”. Es una práctica que también se daba en los congresos de la Unión Soviética, y en España cuando en 1966 Franco convocó un referéndum y en algunas poblaciones el sí obtuvo el 120% del electorado. En el plenario de Barcelona en Comú, han votado a favor de que Ada Colau opte a la alcaldía por tercera vez con el siguiente resultado: 221 votos a favor, ninguno en contra y uno en blanco. No es exactamente lo mismo que en los regímenes dictatoriales citados, pero se le parece demasiado.

Es saludable para la democracia temer y desconfiar de las unanimidades. Un vistazo a la fotografía de los jerarcas del colauismo lo confirma. Joan Subirats, ex comunista profesional. Gerado Pisarello, simpatizante de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Bolivia. Gemma Tarafa, comunera del primer origen que no condenan la invasión de Putin. Janet Sanz, comunista partidaria del decrecimiento económico y de liquidar la industria automovilística. Laura Pérez, antisistema de Podemos que no se solidarizan con Ucrania. Jordi Martí, saltarín del socialismo al colauismo. Y Jaume Asens, defensor de etarras y ayudante de un político para huirle de la Justicia. Al regidor Ernest Maragall le resulta extraño que semejantes personajes no fuesen espiados por el CNI u otros servicios de inteligencia, como le pasó a él, que se quedó sin alcaldía aunque ganó las elecciones como candidato de ERC tras desertar del socialismo.

Mirando a Colau y a su servidumbre de ideólogos conformistas desde que tocan poder y dinero, al abuelo Tete se le ocurrió malpensar que “para mantener el poder todo vale, incluso la ayuda del CNI”. Sintiéndose aludida y ofendida por la duda, y para demostrar que es más republicana que toda ERC junta, la matriarca enrabiada se hizo una foto votando sí a una república en un estrafalario referéndum callejero, dejó solos a los capataces de su cortijo para simular pureza electoral, y viajó a Mauthausen para homenajear a los españoles exterminados por el nazismo. “Vemos como en Europa crecen de nuevo los discursos fascistas”, sermoneó.

Obligado Maragall a arrepentirse en una autocrítica delirante y disparatada tras otro aviso sumarísimo de su partido, la expresión a la búlgara se va generalizando en elecciones sin primarias, con candidato único elegido por mayoría total y sin ninguna discrepancia. Pero esto no es fascismo, según la alcaldesa y sus evangelistas, sino democracia popular. Aunque la historia haya demostrado que suele ser absolutismo popular y eufemismo de depuraciones, degollinas y fusilamientos. En cuanto a la oposición consistorial, ya advirtió Ortega y Gasset, en La rebelión de las masas, que: “Ser de la izquierda es como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil”. Recordado sea para conocimiento de imbéciles/as del guiñol municipal a la búlgara y vulgar.