El pasado jueves tuvo lugar tras casi un año la reunión bilateral Ayuntamiento – Generalitat. Reunión que fue precedida por un toma y daca en los medios por el nivel de ejecución de las inversiones dela Gobierno de España en Cataluña.

Sin ánimo de entrar al trapo en materia de ejecución de inversiones y entendiendo el argumento de que la pandemia y la complejidad de algunas inversiones han hecho que la ejecución sea menor a la esperada, no puedo evitar fijarme en lo mucho que se queja la Generalitat de las faltas de cumplimiento para con ella y lo poco que mira sus propias faltas de cumplimiento.

Y es que la Generalitat no trata especialmente bien a Barcelona. Pero no de ahora, de siempre. Sin embargo, la ciudad ha hecho por tirar adelante pese a la Generalitat. Institución por cierto que ha estado liderada los últimos años por personajes que han llegado a reconocer que, según su criterio, Girona ha tenido que ejercer como capital de Cataluña en lugar de Barcelona.

Hay una realidad incontestable. Al nacionalismo no le gusta Barcelona. Y es lógico. Representa justo lo contrario a lo que ellos aspiran. La gran ciudad que mira hacia fuera en lugar de hacia adentro. La ciudad abierta y cosmopolita que admira al mundo…

Siempre han entendido la ciudad como un contrapoder, y eso molesta. Debe ser por ello que lo que de verdad han pretendido durante años es supeditar la ciudad a la pulsión separatista tratando de convertir Barcelona en una sucursal de su proyecto de cerrazón.

Como decía antes, Barcelona ha salido adelante pese a la Generalitat. Se ha puesto en el mapa por méritos propios, y se ha mantenido pese a la mala imagen generada por el procés los últimos años. Barcelona ha tenido que suplir lo que la Generalitat no ha hecho. Pero eso no puede sostenerse eternamente. No puede ser que una ciudad que no tiene las mismas competencias que una comunidad autónoma tenga que suplir lo que la administración superior no hace.

El problema va mucho más allá de la deuda que tiene la Generalitat con la ciudad, que como sabes es de más de 200 millones de euros. Para que lo entendamos bien todos. La deuda de la Generalitat implica que se invierta en la ciudad mucho menos de lo que le tocaría en temas como educación, vivienda, servicios sociales o sanidad.

Aquí podríamos entonar el Cataluña nos roba, pero es que es mucho peor que eso. No es solo que no se nos asigne lo que toca. Es que una ciudad como la nuestra necesita un aliado al mando del Gobierno de Cataluña. Alguien que entienda que lo que es bueno para Barcelona es bueno para Cataluña. No alguien incapaz de cumplir con lo que debe.

Hay veces en que las ciudades no pueden hacer más de lo que hacen. Es un tema de competencias. Y cuando eso sucede, se necesita la complicidad y la ayuda de la administración superior. Permitidme poner un ejemplo. Si queremos acabar con los bicitaxis, que generan problemas de inseguridad y hacen la competencia a los taxis, necesitamos hacer algo más que lo que puede hacer la ciudad. Necesitamos que la Generalitat actúe. La Guardia Urbana ha enviado más de 1.000 bicitaxis al depósito y ha puesto más de 1.400 denuncias este año. Pero para atajar el problema del todo es necesario que la Generalitat prohíba su actividad.

Y en otro orden de cosas necesitamos que se hagan cargo de sus competencias. Permitidme poner otro ejemplo. Barcelona ha tenido estos últimos años un problema serio de vivienda. Eso es un hecho. En Barcelona falta vivienda social y vivienda asequible. ¿Quién tiene las competencias en esta materia? La Generalitat. ¿Cuántos pisos ha construido en los últimos años? Unas pocas decenas. El Ayuntamiento en un mandato llegará a 4.000. E insisto, todo esto teniendo que llegar donde la Generalitat no llega. Por cierto, el Gobierno de España ha destinado 70 millones de euros a la construcción de vivienda en la ciudad.

La Generalitat no cumple con Barcelona tampoco en materia de inversiones. Nuestra ciudad cuenta con el 20% de la población de Cataluña y supone el 35% de su actividad económica. Sin embargo, recibimos menos de un 7% de las inversiones presupuestadas por la Generalitat para el 2022.

En infraestructuras el resultado es igual de deprimente. No hay manera de acabar la línea 9 y no hay manera de que hagan los deberes en materia de vivienda.

La gestión de Barcelona sin embargo es muy diferente. En el año 2021 el presupuesto municipal se ejecutó en un 95%, mientras que el presupuesto de infraestructuras de la Generalitat a nivel global estuvo cerca de un 10% por debajo.

Pero al final, esto no va únicamente de números y porcentajes por más que evidencien a la perfección el punto en que nos encontramos. Esto va de voluntad política. Va de hacer las cosas bien. Barcelona necesita una Generalitat que funcione. Lo ha necesitado siempre, pero más aún tras estos años de inacción y después de una pandemia mundial que ha dejado más claro que nunca que los retos globales hay que superarlos entre todos.