Hay una fecha que muchos empresarios de Barcelona tienen marcada en rojo en su calendario: el próximo 30 de junio. La razón es que ese día se acaba la moratoria concursal puesta en marcha por el Gobierno central con motivo de la pandemia del covid. Esto significa, en términos llanos, que las empresas que hasta ahora han podido retrasar el pago de sus deudas porque no se podían llevar a cabo concursos de acreedores, ya pueden ser llevadas a juicio por morosas.
Si la moratoria ha permitido a muchas empresas sobrevivir de manera artificial, su fin puede significar que muchos negocios tengan que bajar la persiana. Pero el problema no acaba ahí, durante los próximos meses concluyen también los plazos de carencia de los préstamos ICO.
¿En qué se traduce esto? En que, según datos de la Plataforma Multisectorial contra la Morosidad (PMcM), que aglutina a 1,5 millones de empresas y 4 millones de trabajadores, podrían ser 600.000 las empresas que se cierren próximamente en España. Y Pimec cifra en torno a 50.000 las empresas que se podrían ver afectadas en Cataluña.
Como dice Jordi Solé Tuyá, CEO de Kreedit, "este cóctel explosivo va a poner contra las cuerdas a muchísimas empresas. Aunque era sabido desde hacía tiempo que ambas medidas finalizarían en estas fechas, son muchas las pymes que no han hecho los deberes y que llegan a este momento esperando que, una vez más, llegue alguna solución milagrosa que las saque del atolladero. Creo que, en esta ocasión, no va a producirse el esperado milagro y que las pymes que durante este tiempo no hayan conseguido reestructurarse, pivotado su modelo de negocio o ampliado su volumen de actividad, van a tener que tomar medidas contundentes a su cese de actividad", añade este economista.
Entre las causas por las que las empresas han llegado a esta situación, hay que señalar la pandemia, a la que muchas empresas sobrevivieron endeudándose, en parte a través de créditos ICO, pero también la subida de precios y la ralentización económica provocadas por la guerra en Ucrania tampoco colaboran con la viabilidad de muchas de estas empresas.
El cierre de una empresa implica, para los afectados, un proceso legal lento y laborioso. Las posibilidades de dar un mal paso y convertir en personal una deuda societaria son muchas.
José Miguel Blasco, Socio de Net Craman Abogados, especialista en Derecho Concursal, señala una de las primeras dificultades, de carácter terminológico. Hay que diferenciar la disolución y liquidación de la empresa del concurso de acreedores. La primera la acuerdan los socios, mientras que el segundo es un procedimiento judicial al que acude una empresa para reordenar sus deudas.
En el caso del concurso, explican desde NetCraman, la empresa deberá presentar concurso en caso de insolvencia, es decir, cuando la empresa no puede cumplir regularmente sus obligaciones de pago. Además, si el problema de solvencia es momentáneo, no será necesario el concurso. Por último, destacan desde el despacho de abogados, el concurso debe solicitarse en el plazo de dos meses siguientes a la fecha en que se hubiera conocido o debido conocer el estado de insolvencia.
Es este plazo el que, a causa del Covid, quedó suspenso hasta el 30 de junio de 2022 y cuya reactivación puede llevar a muchas empresas a tener que echar el cierre por culpa de las deudas.
Pero como si cerrar una empresa fuera ya poco problema, a este hay que sumar otro hijo de los nuevos tiempos. Internet es el nuevo ágora, donde uno debe aparecer ante la opinión pública inmaculado si desea que su reputación no le genere problemas a la hora de conseguir un empleo, o un crédito.
Cerrar una empresa, sin embargo, puede suponer también un varapalo reputacional. Incluso si todo se hace correctamente y no se deja trabajadores o deudores descontentos por el camino, el nombre del empresario puede quedar vinculado para siempre al fracaso en un negocio, dificultando reinsertarse o tener segundas oportunidades con inversores.
Josep Coll, experto en reputación digital con su empresa RepScan, señala: "la sociedad española tolera todavía muy mal el fracaso y cerrar un negocio puede ser un estigma que te acompañe toda la vida. Pero el derecho al olvido que funciona en la vida analógica, funciona también en la digital. Por eso es necesario que los empresarios lo sepan y puedan lavar su imagen y tener una segunda oportunidad".
Aviso urgente a navegantes, emprendedores y empresarios barceloneses: hay que hacer los deberes ya… Antes de que nos pille el toro este 30 de junio.