Hace unos días se publicó una encuesta sobre la intención de voto de los barceloneses, y eso que todavía falta para las elecciones municipales. Pero ya estamos de precampaña, o de preprecampaña, no sabría decirles, y ya están todos muy pesaditos haciendo comedia de cara a la galería. Pero hablaba de una encuesta. Una más.
Llevamos un par de meses encuesta arriba y abajo preguntándonos quién será nuevo alcalde o alcaldesa de Barcelona. Ahora ganan los republicanos, ahora los socialistas, pero ninguno llega a un 24 % de los votos, mientras la actual alcaldesa no remonta y queda tercera, con el 16 o el 18 % del total.
En su caso, queda claro que sus votantes votan a la persona, no al partido, por dos razones. La primera, porque prácticamente la obligaron a repetir, y ella se dejó querer, por supuesto, y la obligaron a repetir por la segunda razón. Y ésta es que, si quitas a la señora Colau de la ecuación, ¿quién o qué queda? La respuesta es un embarazoso silencio. En cuanto al partido, agrupación, colectivo o lo que sea que haya detrás de la candidatura, yo personalmente me hago un lío de narices entre Podemos, Comunes, se puede o no se puede, etcétera, a lo que sumar el «Yolanda’s Project», si se puede sumar, que tampoco sé si forma o formará parte de lo mismo o si será algo nuevo y aparte. A estas alturas de la película, ya me da igual y sospecho que muchos otros estarán igual que yo. La gente vota o no vota Colau y de lo otro no tiene ni idea, es así.
Del resto de partidos, poco podemos decir, excepto que no se comen un rosco, según las encuestas. Con la señora Artadi explicando a juez qué hacía hablando de criptomonedas con un espía ruso y fuera de la política municipal, los antiguos convergentes podrían presentar como candidato a un florero, porque le votarían igual, les da lo mismo. Algo parecido ocurre con los otros partidos procesistas, ERC y la CUP.
Es un voto religioso. Como en las novelas de Giovanni Guareschi o Leonardo Sciascia, el cura del pueblo nombra al candidato de la Democracia Cristiana y los feligreses votan por él y no por el del Partido Comunista Italiano el día que toca. Prueba de ello es el candidato republicano, un señor de edad avanzada que no ha hecho nada bueno por donde ha pasado, aunque es hábil cambiándose de chaqueta. Pero el cura ha hablado y le votarán; y si en vez de él fuera un florero, los suyos le votarían igual y los demás no notaríamos la diferencia.
Los restos de serie, los de costumbre. El PP aguanta, pero ahora no me acuerdo si sube o si baja, aunque, dada su irrelevancia, tanto da. Ciudadanos y la CUP están ahora en la delgada línea roja que les separa de tener representación municipal o no tenerla. Ciudadanos está condenado a desaparecer y la CUP persistirá, porque es partido pijo; sus votantes tienen la renta media más alta y se concentran en las zonas burguesas, no sé si lo sabían. El desasosiego viene cuando vemos que VOX asoma la patita. Luego hay una serie de personas bienintencionadas que quieren presentar candidaturas apelando a la gente de bien, al centrismo, a un talante conciliador, a allò de tota la vida… No les votará ni el Tato, porque allò de tota la vida hace ya tiempo que dejó de existir.
Si las encuestas no mienten, nos va a quedar un panorama fabuloso.
Ojo, que también les digo que falta tanto para las elecciones que podría pasar casi cualquier cosa. Las tendencias las carga el diablo y ya hemos vivido bastante estos últimos años para afirmar nada con rotundidad. Entre los iluminados del procesismo, la peste, la guerra, la inflación, el destrozo sistemático del Estado del Bienestar y la tontería generalizada, uno puede esperar casi cualquier cosa.
Pero un dato llama la atención: tres de cada cuatro encuestados quieren un nuevo alcalde. Eso dice mucho del cansancio y el hartazgo que produce una política errática y oportunista. Pero este rechazo, creo yo y es una opinión personal, habla tanto del aburrimiento que produce la señora alcaldesa como el tedio que producen el resto de los candidatos que pretenden sustituirla.
Me da que la gente pide un cambio, no un recambio. Pero ¡cuidado! Se nos pueden colar lobos con piel de cordero, porque muchos prometen cambios y luego ya ven ustedes.