Llevo años repitiendo lo que es de sentido común, en todo lugar en el que me dan voz. Lo he dicho en diferentes artículos, lo he debatido en radio y televisión. Y una y otra vez me toca volver a lo mismo. Una licencia de VTC no es una licencia de taxi. Así de sencillo. El servicio no tiene nada que ver, y esto es indiscutible. Solo hace falta leer el tipo de licencia. En esto no hay debate ninguno. Un taxi es un taxi. Una VTC es una VTC.
Sobre lo que sí puede haber debate es sobre la bajeza moral de aquellos que deciden aprovecharse de un vacío legal para hacer competencia desleal a un servicio público. Entiendo que hay empresarios que consideran que colarse por cualquier rendija legal es una heroicidad. Que buscar el modo de reírse del sistema es estimulante. Para mí es una vergüenza.
El mal uso de las licencias VTC ha puesto contra las cuerdas a 13.000 familias de nuestra ciudad que decidieron confiar en las normas de juego fijadas desde el sector público. Y frente a esas 13.000 familias hay que responder. Más aún cuando todo es tan de sentido común. Esto no es algo que pueda o deba convertirse en ideológico. Esto va de servicios públicos de calidad y de competencia desleal.
El otro día nos enterábamos de que por fin, tras un acuerdo entre PSC, Junts y ERC, la Generalitat elaborará un decreto ley para blindar el sector del taxi frente al asalto de las VTC. Se limitará a 1.000 las licencias que ahora están cifradas en 4.000. Y se les obligará a prestar el servicio con contratación previa. Aquello de los famosos 15 minutos que lleva sonando desde hace años. El nuevo decreto ley fijará que los coches de Uber y Cabify deberán ser contratados 15 minutos antes de recoger al pasajero. Para mí sigue sin ser suficiente. Incluso con los 15 minutos de tiempo de reserva el servicio se asemeja demasiado al del taxi, bajo mi opinión, pero no podemos negar que la reducción de licencias y el compromiso de ser intransigentes con la prenotación es una gran noticia para el sector.
Al final entiendo que la voluntad es tan sencilla como hacer que las VTC hagan de VTC y los taxis hagan de taxis. Por fin se hace algo al respecto. Los representantes públicos deben defender los servicios públicos. Y no hacerlo con contundencia estos años es sencillamente una barbaridad. No debemos olvidar que quiénes tienen la competencia son quiénes tienen la obligación de posicionarse y no esconder la cabeza bajo el ala como suelen hacer para no tomar decisiones cuando toca.
Pero este debate va incluso más allá de la simple defensa de un servicio público. Va también de modelo de país. De qué modelo queremos defender como sociedad. El modelo salvaje del sálvese quien pueda de Madrid o un modelo que ponga a las personas en el centro.
Es inmoral ver que empresas como Uber y Cabify se dedican a evadir impuestos tanto como pueden. Me cansa escuchar aquello de que con la regulación de las VTC pierde el ciudadano. Bajo ningún concepto. Los ciudadanos ganamos cuando contamos con servicios públicos de calidad. Cuando contamos con empleo de calidad. No cuando alimentamos a aquellos que precarizan a los trabajadores de nuestros servicios públicos y se llevan nuestro dinero a paraísos fiscales para incrementar todavía más su facturación.
Toca defender lo nuestro. Por los taxistas. Por la ciudad. Por nosotros. Y sí, ¿por qué no decirlo? Por puro sentido común. Toca volver a enarbolar la bandera del sentido común, la bandera de lo compartido. La bandera de lo público. Y toca defenderse frente a aquellos que aprovechan una posición de fuerza basada en miles de millones de dólares, que pretenden multiplicar a costa de aprovecharse de los demás.
Veo que el sindicato Elite Taxi considera como muy positivo este acuerdo. Y me alegro de que consideren que se camina en la dirección correcta. Pero que no se olviden de una cosa. Llevamos ya muchos años con este debate. La Generalitat, como siempre, llega tarde.
Han llegado a una conclusión obvia, y por el camino hemos visto la desesperación de muchos taxistas que pedían que alguien se erigiera como voz del sentido común. Hemos visto como muchos pedían sencillamente que no se les dejara caer. Que no se les dijese que las reglas habían cambiado porque dos listillos habían encontrado un resquicio legal no contemplado. Pedían que simplemente se fuera justo con ellos. Que no los abandonáramos a su suerte tras haber tenido que invertir una cantidad de dinero que no tenían, confiando en que las reglas del juego les iban a permitir ganarse la vida. Con mucho esfuerzo, pero ganársela. Quiénes tenemos familiares taxistas, sabemos lo largas que son las jornadas. Sabemos lo sacrificado que es este trabajo. Quizá por eso en lo personal me indigne todavía más que a la mayoría, ver cómo hace dos o tres años tenía que defender estos mismos argumentos en televisión frente a quienes claman por una especie de mercado autorregulador que no entiende de normas ni de personas. Que solo entiende de beneficio económico.
Gracias a todos los que habéis luchado para defender al sector. Gracias a todos aquellos que no habéis desfallecido. Pero gracias, sobre todo, a todos los que seguiréis luchando por el taxi.