Uno de los verdaderos retos que debe ser capaz de afrontar de cara una gran ciudad como Barcelona es llegar a convertirse en un sistema urbano realmente inclusivo para las personas con problemas de movilidad. Y es que no son pocos los ciudadanos que requieren de una nueva sensibilidad por parte de las políticas municipales. De hecho, de aquí a cuatro telediarios, vamos a ser casi todos nosotros (afortunadamente la longevidad demográfica nos lo va a permitir).
Por el momento, algunos estudios indican que el 0,5% de la población de esta ciudad tiene serios y cotidianos problemas de movilidad.
Sin duda, se trata de un problema social que se agrava por la brecha digital que dificulta el acceso a las ayudas y subvenciones, la posibilidad de teletrabajo o el simple acceso a un mejor ocio desde nuestro hogar.
Estamos observando (con cierta preocupación) como algunas de las nuevas formas de movilidad como los patinetes, las bicicletas o los coches eléctricos más silenciosos, también perjudican la movilidad y seguridad de ciertos colectivos, como por ejemplo el de las personas invidentes.
Las preguntas se multiplican a medida que crece la complejidad de la estructura y de la lógica urbana. Necesitamos expertos solventes (de la esfera pública, privada o investigadora) que nos ayuden a entender cuál es la ciudad que estamos construyendo y co-creando entre todos.
¿De qué forma debe organizarse y transformarse Barcelona para asegurar la movilidad de sus ciudadanos? ¿Qué tipo de innovaciones deben promover las instituciones públicas y las empresas privadas para asegurar que los servicios y los productos de movilidad favorecen la inclusión de personas con capacidades distintas?
Algunos de estos interrogantes tuvieron respuesta hace unos días en Casa Seat, en el marco de un evento sobre Movilidad inclusiva para la ciudad social.
Gracias a Lluís Torrens (director de Innovación Social del Ayuntamiento de Barcelona), a María Dolors Luna (jefa del departamento de Servicios Sociales de Personas Afiliadas de la ONCE Catalunya) y a Oriol Martí (co-fundador y CEO de Carlett, empresa que diseña y fabrica carros de la compra y andadores con sensibilidad social y altas dosis de innovación) pudimos empezar a entender y dilucidar que esta situación plantea grandes objetivos a la administración, en diferentes ámbitos, como por ejemplo el de la brecha digital.
Si lo miramos por edades, constatamos que casi el 60% de los afectados son mayores de 65 años (el siguiente tramo, con un 32%, es el de personas entre 37 y 64 años), con un creciente número de ciudadanos centenarios en la ciudad. Esto supone un problema a la hora de conceder ayudas, ya que han de encauzarse teniendo en cuenta la brecha digital, y por eso muchos se quedan “fuera”.
Según Torrens, la ciudad ya permite actualmente dotar de servicios a las personas, gracias a la idea de “la ciudad de los cinco minutos”: podemos vivir en una realidad urbana en la que se tiene acceso a todos los servicios con recorridos muy cortos. Para entendernos, hacer que todo esté a cuatro pasos.
Pero según un estudio de ámbito nacional realizado en el año 2019 son las personas más jóvenes las que más ayudas a la movilidad han acabado solicitando en España y las que más subvenciones públicas han recibido, pese a que las personas mayores son las más afectadas. Un dato alarmante y terriblemente ilustrativo: a nivel estatal tan solo un 12% de ciudadanos vive en un edificio que haya recibido alguna ayuda o subvención para mejorar la accesibilidad, mientras que los restantes ciudadanos o no la han recibido o ni siquiera conocían la existencia de este tipo de ayudas.
Otro enorme reto tiene que ver con las nuevas formas de movilidad urbana y con el riesgo que suponen para las personas invidentes o con problemas de movilidad reducida. Según María Dolors Luna (ONCE Catalunya), a las personas con discapacidad visual les gusta disfrutar de la ciudad, moverse de manera autónoma, ser independientes. Pero actualmente se han multiplicado los problemas y les está costando entender cómo funciona la nueva ciudad que se va configurando. De hecho, los propios perros guía están aprendiendo a moverse por nuestra ciudad, readaptándose a la interacción con los nuevos elementos en juego (patinetes, bicicletas, coches eléctricos y silenciosos…).
Oriol Martí (co-fundador de Carlett) destacó la apuesta de su compañía por la autonomía de las personas. "Detectamos en su momento que la gente quería salir a la calle y ser autónoma. Nosotros queremos ayudarles a que eso sea posible a través de nuestra tecnología. Para ello hemos diseñado diversas soluciones que van a permitirles seguir siendo autónomos al salir a la calle de manera mucho más segura, gracias a un producto fiable y de gran diseño".
Repensar una ciudad como la nuestra significa cambiar de mentalidad y aceptar que la complejidad ha venido para quedarse. Y una ciudad compleja necesita (¡exige!) soluciones basadas en sistemas de pensamiento y acción de alta complejidad.
Porque co-crear una ciudad equivale a abrir las decisiones a nuevos colectivos con otras sensibilidades, necesidades y percepciones.
Parece que la nueva Barcelona inclusiva y social ya empieza a asomar la cabecita.