Medios del Raval se suma a la larga lista de librerías emblemáticas que han cerrado en los últimos años. Ubicada junto a las facultades de Historia (UB), Comunicación (URL) y vecina del Macba y del CCCB,  ha sobrevivido veinte años en un páramo algo menos hostil desde que varias universidades se trasladaron a una zona cercana al tristemente célebre “Triángulo de la muerte” del viejo Barrio Chino.

Pese a estar en el núcleo duro de lo que debía ser una zona cultural de primer orden, Medios se convierte en vendedora de libros online por falta de rentabilidad. Especializada en obras sobre comunicación, información y periodismo, su muerte estaba anunciada desde que el 2017 cerró el quiosco de la UAB, ubicado en la facultad de ciencias de la información en Bellaterra. Fue el presagio de que ya ni los estudiantes de periodismo, audiovisuales o publicidad no leían diarios y revistas ni compraban libros de estas materias. Paradoja letal para autores, editores y lectores, estos dos cierres certifican que ya han llegado Un mundo feliz de Aldous Huxley y el mundo de la novela 1984, de Georges Orwell que retrata una sociedad basada en que “la ignorancia es la fuerza”.

Bestiari, Catalonia, Excellence, La Formiga d’Or, Millà, Platón, Roquer, Negra y Criminal… Son tumbas y panteones del cementerio de librerías que es Barcelona. En una de tantas lápidas de su época, Mariano José de Larra ya había leído: “Aquí el pensamiento reposa. En su vida hizo otra cosa”. Dicen los estudiosos que algunas de las causas de la poca lectura de los futuros escribidores son: asignaturas más cortas, menor exigencia, mínimo esfuerzo, bajón del nivel cultural, degradación del oficio, nuevos soportes digitales… Los actuales ataques en las redes contra un alumno que quiere estudiar latín y contra el latín como asignatura indican que ya está aquí el Ministerio de la Verdad de 1984, cuya función es: “manipular o destruir los documentos históricos de todo tipo (incluyendo fotografías, libros y periódicos), para conseguir que las evidencias del pasado coincidan con la versión oficial de la historia, mantenida por el Estado”. Y una de las utilidades de las lenguas clásicas es que sirven para desinfectar la sarna de las letras modernas.

La librería cerrada de Barcelona más famosa e internacional es el Cementerio de los libros olvidados, que el fallecido Carlos Ruiz Zafón se supone que situó en la calle Canuda, donde hubo una librería de lance del mismo nombre. Aparece en su novela La sombra del viento, que ha vendido quince millones de ejemplares y ha sido traducida a casi cuarenta idiomas. Tanto la novela como el Cementerio de los libros olvidados y el fin de la Canuda fueron otro mal augurio para los libreros de toda la vida y su menguante clientela.

Todo ello acontece en una ciudad que hizo gala de culta y progresista desde antes de que socialistas y aliados dictaminasen que la cultura y el progresismo son invento, patrimonio y monopolio de la izquierda. Y uno de sus errores ha sido y es proponerse fomentar la cultura de autores locales o nacionales, que es una operación contradictoria. Para no morir de inanición, las librerías necesitan lectores, políticos y gestores culturales inteligentes. Cosa difícil, porque cuando la alcaldesa y sus catequistas oyen la palabra cultura, echan mano de twitter.