Ada Colau triunfa hasta cuando está de vacaciones en un pueblo vaciado. Lejos de ser un alivio su ausencia, se han publicado unas estadísticas municipales que son otras victorias de la alcaldesa. Según los datos, más de 130.000 personas se han ido de Barcelona durante el último año. Y sólo han nacido 11.510 bebés, que es la cifra más baja desde 1939, cuando acabó la guerra civil. Además, Barcelona ha desaparecido del mapa de los destinos más populares del mundo, según la plataforma de entretenimiento y viajes TikTok. Con estas dos nuevas conquistas, Colau avanza en su plan de conseguir una Barcelona vaciada.
Menos habitantes, menos criaturas y menos turistas es el sueño húmedo de la cruzada de Ada y su feligresía contra el progreso, la riqueza y el bienestar. El presidente del puerto, el de Foment, representantes de la restauración y hostelería, partidarios de la ampliación del aeropuerto, el RACC y otras entidades importantes del tejido social, cultural y económico de la ciudad han denunciado su “obsesión” persecutoria (Perturbación anímica producida por una idea fija, en terminología psiquiátrica). Pero por ahora nada ni nadie evita que Barcelona sea un ciudad en vías de acabar en la pobreza y en la irrelevancia. En cuanto a la inmigración procedente de 176 países, no suple a la emigraciones y el saldo también es negativo.
Camino de la decadencia, las calamidades de Colau y sus dañinos activistas sólo atraen más calamidades. Y como advirtió Charles Chaplin, “la miseria no me parece seductora ni edificante”. Esto explica, en parte, que Barcelona ya no merezca ni una simple mención en el largo listado de ciudades del mundo más atractivas para visitar. Si a tanto descalabro se suman los récords de inseguridad y de delincuencia, los precios desbocados de la vivienda, la turismofobia, la falta de alicientes culturales, la contaminación, los peligros para caminantes, el continuo diluvio de prohibiciones para todo y para todos, menos para los de la corte municipal y sus lacayos, la ciudad resulta cada vez más desagradable para propios y extraños. Encima, con el urbanismo táctico y otras maniobras antisistema, las semejanzas con Caracas o La Habana resultan ya demasiado evidentes.
Cuando se citan las causas de la España vaciada, figuran: falta de recursos para sostener a tantos habitantes, pérdida de empresas, caída de la natalidad, envejecimiento de la población, conexiones deficientes, centros educativos y preescolares insuficientes, sanidad con carencias… Exactamente los mismos indicadores que en la Barcelona en declive que va consiguiendo el club de damas gafadas de Colau. Buscando refugio y consuelo en la literatura, se recuerda que Quevedo miró los muros de la patria suya, “si un tiempo fuertes, ya desmoronados”. Que Larra dijo que “escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta”. Y la ciudadanía que sienta ganas de llorar y de mirar al cielo a causa del estado de la ciudad, se encontrará con que entre los mejores lugares donde ver las lágrimas de San Lorenzo en Cataluña no hay ninguno cerca de Barcelona.