La primera universidad española en la clasificación de Shanghai es la Universidad de Barcelona. Se halla situada entre los puestos 150 y 200. No parece una recomendación para estudiar en ella. Si a ello se le añaden la veleidades localistas y amarillistas de su rectorado, la cosa es más que evidente. Quienes quieran una buena formación, pueden prescindir de todas las universidades catalanas. Algo tendrá que ver en este viaje hacia la miseria intelectual la deriva procesista y la entrega de sus equipos de gobierno a las ideologías independentistas. De ahí que la universidad catalana que se halla a la cabeza del separatismo, con brotes agudos de intolerancia, la Pompeu Fabra, haya caído a un puesto cercano al 300. Cuando fue creada, de la mano de Enric Argullol, dispuso de muchos medios procedentes del ejecutivo que encabezaba Jordi Pujol. Hoy es una isla donde sólo algunos personajes destacan, con frecuencia a pesar de la propia universidad.
En los últimos días, al hilo de la muerte de Josep Espar Ticó, Laura Borràs aprovechó para glosar su figura y la tesis de que la guerra incivil no fue el resultado de una sublevación contra el gobierno de la República, sino un movimiento destinado a destruir Cataluña. Es una idiotez tan infinita que no vale la pena ni entrar a discutirla. Una más de esas bobadas que se dedican a inventar gente vinculada al Instituto de Nueva Historia, capaces de sostener que Teresa de Ávila era de Pedralbes y que Cervantes escribió el Quijote en catalán y luego lo tradujo. Es de suponer que por presiones del franquismo. Puestos a defender tesis peregrinas, hasta eso serían capaces de sostener.
Pero lo que llama la atención es que Laura Borràs diga esa tontería y los historiadores, en bloque, callen. Borràs, todo sea dicho, es profesora de Literatura en la Universidad de Barcelona. Tiene colegas (y según ha podido saber quien haya leído el delicioso texto de Jordi Llovet) padrinos y madrinas. Todo lo que le falta en conocimientos, lo suple con apoyos y tejemanejes. Claro que ella quería obtener una plaza en Filología, una facultad con un profesorado potable, y se ha tenido que conformar con irse a Educación.
Del nivel científico de los pedagogos salidos de la UB da clara muestra una anécdota. En los años en los que se impartía el CAP (Curso de Aptitud Pedagógica), diploma necesario para acceder a la enseñanza pública, una pedagoga era la encargada de explicar los mejores sistemas de enseñanza del inglés. Los alumnos, claro, eran licenciados en Filología Inglesa; ella en cambio sabía más bien poco de la lengua de Shakespeare. De ahí que se quedaran perplejos cuando oyeron que en las universidades inglesas y de Estados Unidos triunfaba metodológicamente el “tim tichin”. Ella lo pronunciaba así, de modo que los alumnos supusieron que se refería a la enseñanza en equipo o “team teaching”. Hasta que lo escribió en la pizarra “tim tichin”. No sabía una papa de inglés, pero los profesores de pedagogía la habían habilitado para dar clases sobre ese idioma. Es posible que la formación filológica de Borràs sea similar a la de la profesora citada, pero para dar clases a los pedagogos, basta y sobra. En el claustro de la propia UB triunfaba no hace mucho una ocurrencia según la cual la Facultad de Pedagogía no necesitaba ser dinamizada sino más bien dinamitada. Ahora ya tienen una profesora capaz de prender la mecha, creyendo que enciende un brasero.
De todas formas, el silencio de los profesores de historia sobre las memeces de Laura Borràs quizás no se deba a cierta complicidad, sino al miedo. Cuando Jordi Llovet explicó lo que sabía académicamente de esta mujer, ella le amenazó con mil querellas a través de dos picapleitos de su partido, conocidos por su vinculación con Junts y su adhesión al huido, un periodista de formación tan endeble que nunca ha trabajado en un medio que no esté subvencionado por los suyos.
Dice el lema de la Universidad de Barcelona que “ilumina con su luz todas las cosas”. Pero hay algunas que permanecen en la oscuridad. Por ejemplo, los resultados de una y mil oposiciones absolutamente endogámicas. Y luego se sorprenden de que aparezcan en la cola de los elegidos. Menos mal que en la UB hay facultades de ciencias, porque algunas de letras tienen un nivel tan bajo que hasta Laura Borràs puede ganar una plaza de profesora.
Por cierto, la CUP, que dijo que lo del Congreso no era asunto suyo, ha descubierto esta semana que tiene un bando: el del no a todo, votando con Junts, PP, Vox y Ciudadanos. Extraños compañeros de cama. O tal vez no.