Una serie de acontecimientos indican que la fauna autóctona de Barcelona ha comenzado a rebelarse contra la incompetencia municipal. El chimpancé Oseya se fugó del Zoo, echó un vistazo a la ciudad y volvió al recinto muerto de asco. Un hombre solo se coló en el espacio de los elefantes y elefantas agonizantes y no lo aplastaron. Una plaga de conejos se expande por Sarrià y Sant Gervasi. Manadas de jabalís llegan a Sant Andreu para comer de las bolsas de basura desparramadas por las aceras. La ratas al cuidado del inconmensurable Eloi Badia aumentan un 65%. Las cucarachas invaden Gràcia y Ada Colau lo niega, lo cual significa que es verdad y las cucarachas infestan e infectan el barrio. Todas estas pestes son otro éxito de Colau y sus femirulas, gentes sensibleras y salvavidas de toros que se quedan embelesadas y paralizadas ante la marabunta de avispas, chinches, gaviotas, mosquitos, palomas y perros. Sin olvidar las bandadas de okupas y delincuentes, ni las mulas y asnos que parasitan por el Ayuntamiento y sucursales ideológicas.
Con muchas menos especies, Georges Orwell escribió su clásica y visionaria Rebelión en la granja. Una fábula satírica de 1945, en la que denuncia cómo Stalin corrompe el socialismo, un grupo de animales de una granja expulsan a los tiranos y crean otro sistema que acaba siendo otra tiranía. Así que cualquier parecido con el gobierno de la comunada no es pura coincidencia. Además, Orwell analiza la corrupción que surge tras todo asalto al poder. De lectura tan deliciosa que hasta las niñas y niños pueden entenderla, es libro de texto en muchos países. Considerada una de las más demoledoras ficciones sobre la condición humana, no consta entre la bibliografía adoctrinadora del marujeo de las comunas. No sea que se les viese el plumero de la ignorancia, del sectarismo y su patológica obsesión por la deformación del espíritu sexual desde la infancia. Ni tampoco por tratar a criaturas y adultos como si fuesen obedientes rebaños.
Otro mal augurio coincide con el ocaso de Colau y sus malas compañías. Es la reciente publicación por primera vez en España de La Bestia ha muerto. Su autor, Edmond Françoise Calvo, considerado el Walt Disney francés, creó esta obra de narrativa ilustrada el año 1944 y cuenta la Segunda Guerra Mundial con animales como protagonistas. La Bestia es el nazismo. Otro exquisito entretenimiento para evitar y denunciar veleidades y actitudes autoritarias del poder enmascarado de progresista. En cuanto a las cucarachas cuya existencia desestima Colau, que despreció con altanería y soberbia una cucaracha de trapo que le regaló una amable vecina de Gràcia, tiene su enjundia el cómic La sombra de la cucaracha. De nueva aparición, su autora, Gato Fernández, cuenta que: “Detrás de la puerta, debajo de la mesa, en el baño... Lucía siempre busca escondites en casa… Pero la sombra de la cucaracha acecha por todas partes”. Y de ser cierta la teoría de Luis Landero en Una historia ridícula, “una cucaracha sin cabeza o una cabeza de cucaracha por sí sola o con el cuerpo despachurrado puede vivir nueve días sin el resto del cuerpo”.
Asqueroso y repelente ¿verdad? Como tantos rincones de Barcelona que Colau esconde. Y a falta de Copito de Nieve, que Oseya lidere la revuelta y salve lo que pueda.