Hace unas pocas semanas tuve la oportunidad de viajar a Madrid, y aprovechando que tenía unas horas libres, decidí que era una buena idea revisitar el Museo del Prado. Entre la multitud de obras maestras que se pueden observar, una en especial captó mi atención, El sueño de la razón produce monstruos, de Goya.

Esta obra está abierta a varias interpretaciones, pero podemos aceptar como una de ellas que en la imagen central del grabado se muestra a un hombre que yace recostado sobre un escritorio junto a unos papeles de trabajo y unas plumas, y asumimos que esta persona se encuentra dormida o bien bajo el efecto de una crisis emocional fruto de la melancolía o la falta de creatividad. El durmiente simboliza a la razón, que duerme, y los papeles y las plumas indican que está empeñado en algún tipo de esfuerzo mental imposible de conseguir, al estar, la razón, en estado de sueño profundo. Mientras observaba esta obra, no pude evitar pensar en que eso mismo es lo que le pasaba a Barcelona.

Colau, el PSC, los partidos independentistas y aquellos que piensan más en sus propios intereses que en los de los ciudadanos han conseguido que en los últimos años, la razón, esté en estado de absoluta somnolencia y se encuentre atrapada y presa de los monstruos al carecer de toda claridad o rumbo. Aquellos que actualmente nos gobiernan, y aquellos que les dan soporte, carecen de cualquier proyecto de ciudad de presente, y mucho menos de futuro, más que el de su propia supervivencia.

Todos estos monstruos adoptan diferentes formas para manifestarse y hacerse presentes en nuestra ciudad. Algunos en forma de plagas de ratas y suciedad que se han adueñado de toda la ciudad. Se calcula que en Barcelona existe una población de estos roedores que ya alcanza la cifra de 259.000 ejemplares y para que vean el elevado número sólo les diré que Colau gobierna la ciudad gracias a 156.000 votos.

Otro de los monstruos que acechan la ciudad tiene la forma de prohibiciones. No existe gobierno municipal alguno en democracia que haya utilizado tantas veces la prohibición como forma de gobierno. La prohibición de abrir nuevos hoteles en el centro de la ciudad, la prohibición de circular a muchos vehículos privados con la excusa de la Zona de Bajas Emisiones o la prohibición de realizar una actividad vital para seis mil familias de la ciudad como los hogares compartidos, son algunos ejemplos, con un denominador común, prohibir todo aquello que vaya a favor de la actividad económica de la ciudad.

Los monstruos también se manifiestan en forma de impuestos. En el año 2020 se produjo el impuestazo que ha afectado a los bolsillos de los barceloneses, vaciándoselos para llenar las arcas del Ayuntamiento. Eso sucedió de manera paralela con otro monstruo llamado Covid-19. Hoy se nos presenta otro monstruo con la forma de crisis económica y de inflación desbocada. Nos espera un otoño caliente donde se hace más que necesario dejar de asfixiar a los ciudadanos revirtiendo ese impuestazo a través de una bajada de impuestos.

Los monstruos han conseguido que Barcelona sea una ciudad de oportunidades perdidas, evitando por ejemplo, la ampliación del Aeropuerto, tan necesaria para el presente y el futuro de la ciudad y para la creación de puestos de trabajo. También han conseguido que el Hermitage no se instale en Barcelona, haciendo imposible que la cultura y el turismo de calidad esté presente y fluya en nuestra ciudad. Los monstruos también se manifiestan en la forma de dedazos, enchufismo y subvenciones a discreción y con subjetividad. En los tres casos con elementos comunes, todos juegan con el dinero público de todos los barceloneses y en los tres casos los beneficiados son aquellos que siguen las consignas y doctrinas del colauismo. Todos estos casos más allá de sus implicaciones judiciales, comparten otro elemento en común: la falta de transparencia y de ética.

Pero, el gran monstruo que acecha a Barcelona es la inseguridad. Este verano hemos visto como nuestra ciudad ha sido noticia por los robos, el regreso del top manta y algo más terrible, los apuñalamientos, algunos de ellos a plena luz del día. Las declaraciones afirmando que Barcelona es una de las ciudades más seguras del mundo lo único que demuestran es que el interés de nuestros gobernantes no es la de solucionar los problemas, más bien todo lo contrario, y hacernos creer que la ciudadanía vivimos en un mundo irreal en el que todo es maravilloso, es decir, un sueño.

Por todo ello, y por muchos otros factores más, por segundo año consecutivo hemos visto como Barcelona ha perdido población. Más de ciento treinta mil personas han abandonado la ciudad, cada uno de ellos con sus propias razones y historias personales. Pero muchas de ellas con un nexo en común, vivir bajo la irracionalidad del colauismo es una losa demasiado pesada para seguir aguantándola.

En las próximas elecciones municipales, Barcelona, se juega mucho más que un recuento de votos y una simple distribución de concejales que acaben formando un gobierno municipal. Nos jugamos salir del estado de somnolencia absoluto. Nos jugamos dejar de estar presos y librarnos de los monstruos que nos acechan. Nos jugamos recuperar una política gobernada por la razón, basada en un proyecto de ciudad claro y con un rumbo fijo. En las próximas elecciones los barceloneses tenemos la obligación de despertar de este mal sueño. No nos podemos permitir perder más tiempo entregados a la sinrazón de aquellos que nos gobiernan. Barcelona merece recuperar la racionalidad, y eso solo será posible con un cambio de ciclo, abriendo una nueva etapa, con nuevas ideas. Y ese es el proyecto que Ciutadans ofrece a todos los barceloneses.