Yo escribo cuando escribo, pero suelen publicarme los domingos y este domingo resulta que es la Diada de l’Onze de Setembre. Lo único que se me ocurre decir sobre este asunto es que, pudiendo caer en lunes y no ir a la oficina, nos cae en domingo y nos han jodido. Dicho esto, hablemos de cosas serias.

Hace ya algunos años, a alguien se le ocurrió la idea de «descentralizar» el Estado. No hablo de las Comunidades Autónomas, sino de llevarse centros o instituciones a capitales de provincia que no sean Madrid. ¿Es una buena idea?

La Unión Europea hace algo parecido hace ya tiempo. No sé si recuerdan la Agencia Europea del Medicamento. Tras el Brexit, en Bruselas buscaron una nueva sede para la institución en 2016. Barcelona era la candidatura ideal, la favorita de todo el mundo… menos de la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona. El Ayuntamiento no parecía entusiasmado; en la Generalitat estaban para otras cosas, ninguna de las cuáles acabó bien ni ha servido para nada que no sea estar hoy peor que entonces. «El clima de inestabilidad política» (cito a la Comisión Europea) descartó la candidatura y la Agencia Europea del Medicamento se otorgó a Ámsterdam en noviembre de 2017.

Pues, como decía, se ha decidido crear una Agencia Estatal de Salud Pública. Responderá a las siglas AESAP. El Gobierno de España quiere otorgar la sede de la agencia a una ciudad que no sea Madrid y ha abierto un proceso de concurrencia competitiva entre Comunidades Autónomas. Quien quiera la agencia, que venga y nos explique por qué, que nos muestre qué ventajas tendría instalar su sede en tal o cual ciudad y si nos convence, se la lleva.

¡Atención! Esta agencia es un caramelo.

Recordemos que nace después de la pandemia. Pretende trazar planes de prevención o intervención en enfermedades contagiosas, pero se dedica a muchas otras cosas: el diseño de la infraestructura hospitalaria y sanitaria, la investigación biomédica y farmacéutica, la prevención y el control de enfermedades, pero también se ocupa de asuntos de tanta enjundia como la salud alimentaria, no vayamos a intoxicarnos con lo que compramos en un supermercado.

Así, por ejemplo, indicaría qué medidas deberían seguir las empresas alimentarias y las cadenas de distribución para asegurar la calidad sanitaria de los alimentos. En resumen, sería un centro de referencia para las agencias autonómicas y locales, las empresas agroalimentarias, biomédicas y farmacéuticas, los centros sanitarios y los centros de investigación, como mínimo, ahí es nada.

He perdido la cuenta de cuántas Agencias de Salud Públicas, con este u otro nombre, ha creado la Generalitat de Catalunya en los últimos veinte años. Creo que dos o tres, aunque puede que sean cuatro. Si no me equivoco, la última no ha llegado a ponerse en marcha por falta de reglamento, de presupuesto o de ambas cosas. Busquen en las hemerotecas y en el DOGC y compruébenlo ustedes mismos, porque cito de memoria.

Existe, pues, una Agència de Salut Pública de Catalunya (ASPCAT). Además, Barcelona tiene una Agència de Salut Pública de Barcelona (ASPB). Es lo normal en casi todas las Comunidades Autónomas y grandes ciudades españolas.

Quizá para evitar comparaciones odiosas, la Generalitat de Catalunya no se ha presentado al concurso para que Barcelona sea sede de la Agencia Estatal de Salud Pública. No la quiere ver ni en pintura. Todo porque el lío de consorcios, entes, agencias, privatizaciones y demás en que hemos convertido nuestro sistema sanitario, más unos recortes presupuestarios salvajes y desmedidos, ha conseguido que la sanidad pública catalana sea una de las peor dotadas de España por habitante y seguramente, la peor gestionada.

Y conste que, si pidiéramos la agencia, nos la darían casi seguro, tanto por la infraestructura catalana en el sector sanitario y agroalimentario como por el negocio de los equilibrios parlamentarios. Pero no la queremos, aunque sí la quieren la Comunidad Valenciana, Aragón, Extremadura, Asturias, Andalucía y Castilla y León.

Miren: Pujol tampoco quiso las Olimpiadas en Barcelona, pero se las tuvo que comer con patatas. El Ayuntamiento de Barcelona presionó y presionó y las consiguió. La sede de la Agencia Estatal de Salud Pública en Barcelona beneficiaría a los barceloneses y catalanes, y mucho, pero el Ayuntamiento también mira hacia otra parte y ha manifestado un escandaloso desinterés.

Nadie la quiere, a nadie le importa. Ni siquiera la oposición ha puesto el grito en el cielo. Tampoco la prensa. Nadie ha dicho ni mu. No se habla de ella.

El silencio es ensordecedor, y muy triste.