Por lo que parece y nos cuentan recientes cifras y expertos, Barcelona es una de las ciudades que registra una mayor longevidad entre sus ciudadanos. La Universitat de Barcelona y el Longevity Institute están liderando estudios que analizan cuales son los cambios sociales que van a producirse ante el brutal aumento de la esperanza de vida.
Para que nos hagamos una idea y vayamos tomando medidas, hace tan solo tres años, en España había poco más de 12.000 personas centenarias (según datos del Instituto Nacional de Estadística), pero en menos de cincuenta años se estima que el número de centenarios va a rondar los 250.000. Además, por más inri, los estudios prospectivos nos aseguran que España será en el 2040 el país del mundo con mayor esperanza de vida, pasándole la mano por la cara al mismísimo Japón (según el Institute for Health Metrics and Evaluation).
Es más que evidente que este exponencial aumento de la longevidad va a provocar cambios sociales radicales que van a darle un vuelco a nuestras vidas.
Y es precisamente en este contexto que Barcelona se está convirtiendo en uno de los centros de conocimiento más importantes del planeta acerca de la longevidad. Tanto la Universitat de Barcelona como el Longevity Institute están impulsando proyectos que nos aportan reveladores datos sobre este fenómeno. En poco más de cuatro telediarios vamos a convertirnos en uno de los grandes hubs mundiales en estos menesteres.
Los grandes cambios se están produciendo a velocidades increíbles entre el inexorable envejecimiento de la población, la transformación radical que están sufriendo las relaciones intergeneracionales y sus consecuencias económicas, y todo eso estrechamente correlacionado con una inversión de la pirámide demográfica.
Si ustedes se fijan un poco, yo llevo un tiempo haciéndolo, está surgiendo una nueva profesión de presente-futuro, el Longevity Expert. Al parecer se trata de un consultor profesional que asesora a marcas, empresas, instituciones públicas y ciudadanos, en cuestiones vinculadas con los nuevos hábitos de consumo de los hombres y mujeres de más de setenta, ochenta, noventa y cien años. Alimentación, salud, ocio, estilos de vida…
El otro día, en una red social, me enteré de un caso muy ilustrativo. Alguien se quejaba porque su suegra de 82 años está harta de que le exijan en su entidad financiera que realice sus gestiones y transacciones a través de la página web o de los cajeros automáticos. Al parecer nadie se ha ofrecido todavía a ayudarla, a atenderla, cara a cara, persona a persona. Y se ve que la anciana pidió un día cita con el director de la sucursal y este le dijo, impoluto y resolutivo: esa es la normativa, señora.
El fenómeno ya tiene un apodo, un palabrejo de esos: edadismo. Recuerdan aquel señor mayor, valiente y decidido, que se inventó aquella exitosa campaña del #soymayornoidiota… Incluso logró que la ministra todopoderosa Nadia Calviño hablara con él, le dijera que tenía toda la razón del mundo y lo acabara abrazando. Le dijo que tomarían cartas en el asunto. Pero lo cierto es que más allá de unos cuantos titulares y unas fotos amables en la prensa y las teles, como dice la canción, la vida sigue igual.