¿A quién le importa Barcelona?
A ocho meses de las elecciones municipales, y tras ocho años de populismo destructivo, los barceloneses parecen sumidos en la resignación.
Barcelona es hoy una ciudad sin estrategia, sin proyectos y sin liderazgo, una ciudad que vive de la inercia que ya se agota, que necesita empuje e ilusión y dejar de ser un juguete roto en manos del populismo excéntrico que la ha herido de muerte, el independentismo egoísta que la pretende usar como trofeo y la izquierda sin rumbo que vive del recuerdo del alcalde que fue.
A nadie parece importar el futuro de Barcelona, pero sí les interesa utilizarla para sus disputas políticas.
Lo fácil es la crítica.
Barcelona está situada en la cumbre de las ciudades más caras de España, se pagan muchos impuestos, pero es muy difícil saber a qué se destinan porque los barceloneses no disfrutamos de buenos servicios.
Barcelona está sucia, desordenada, es insegura y ha crecido de forma alarmante la pobreza. La falta de oportunidades en tiempos de crisis, ha provocado el deseo de muchos jóvenes talentosos de buscarse su futuro en otra parte, cuando históricamente Barcelona era una de las ciudades más atractivas.
A día de hoy, la ciudad que se transformó a golpe de grandes acontecimientos, no tiene en su agenda ni un solo proyecto ambicioso. Es la Barcelona del no a todo, la que pierde grandes oportunidades, la que permite, sin que nadie alce la voz, la destrucción sin control del ensanche barcelonés, un referente del urbanismo moderno admirado en todo el mundo.
Lo difícil es la solución.
Concienciar a cada barcelonés, de que esta ciudad es suya y que todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad en su cuidado, y que cuanto mejor funcione, mejor se vive y mejor se trabaja. La impunidad y el desorden solo perjudican la convivencia y amenazan el futuro.
¿Quién es capaz de presentar a los barceloneses una alternativa que no se someta a las disputas ideológicas de unos y otros, que condicionan las inversiones y nos relegan a la hora de competir por proyectos importantes?
¿Quién puede presentar una agenda urbana de proyectos innovadores, transformadores y no destructores, que nos devuelvan la ilusión, el optimismo y el orgullo de ser barcelonés y dejemos de mirar a otros con envidia?
Para recuperar nuestra reputación, es preciso tener una propuesta desacomplejada que restituya la autoridad de los cuerpos de seguridad, devuelva la tranquilidad y la seguridad a nuestras calles y acabe con esta plaga de bandas organizadas que ahuyentan a los visitantes y dañan nuestros negocios. ¿Quién se atreve?
¿Quién va a decir con claridad que, para combatir la pobreza, hay que crear las condiciones que favorezcan el empleo, sí, pero que no podemos permitir que los sin techo vivan al raso, acampando en calles y plazas de la ciudad y que deben acudir a los centros de acogida?
¿Quién es capaz de conseguir que la contrata de limpieza que nos ha costado recientemente 2.300 millones de euros deje de chulearnos y nos amenace con huelgas en plenas fiestas de la Mercè, tome conciencia de su responsabilidad y acabe con la imagen deplorable de suciedad, que reconoce con desfachatez la propia alcaldesa?
Es decepcionante que ocho años después, Barcelona no cuente con nuevos líderes que, por mérito, capacidad y autoridad, quieran asumir la responsabilidad de proyectar Barcelona hacia el futuro. De lo visto hasta ahora, no hay más que políticos amortizados que poco o nada tienen que ofrecer.
Barcelona tiene poder y tiene que demostrarlo.