“Basta de difamar a Barcelona”, ordena y manda la ya histérica Ada Colau, casi ahorcada en las redes de sus propias mentiras. “Papeles para todos”, reivindicó en el pregón de las fiestas patronales de la Mare de Déu de la Mercè, sin venir a cuento. Chaparrón, pitos, abucheos y un ambiente crispado no presagiaban nada bueno. Al día siguiente, hordas de ciudadanos no comunitarios asaltaron y arrasaron el estadio del Espanyol, e hirieron a cincuenta agentes de seguridad. Pero según la alcaldesa, los festejos han sido un éxito a pesar de saldarse con un muerto, cuarenta heridos y cincuenta arrestos. Porque según ella, los desmanes y el descontrol no son culpa suya, sino de los medios de comunicación que exageran la inseguridad y la violencia que sacuden Barcelona y la difaman. Su “basta ya”, es otro tic autoritario y fascista muy propio de la okupa antisistema que fue y de la tiranuela que es. Porque ocultar la verdad y mentir también es corrupción, la causante de la imparable mala fama de Barcelona es ella.
Los datos no engañan. Y el aparato de censura, propaganda y guerra sucia informativa de Colau los esconde. Mossos y Guardia Urbana alertaron de un incremento del 25% de los abusos sexuales en verano. Además, las violaciones con penetración ya se habían disparado en Barcelona entre enero y septiembre del año pasado. Según el Ministerio de Interior, el 2020 hubo un aumento de casi el 60% de este delito, y los abusos sexuales crecieron un 32,6%. Para no agobiar con cifras, el resumen de 2021 fueron 91.434 delitos, lo que supone uno cada cuatro minutos. Pero la culpa es de los medios de comunicación que, según Colau, “exageran y generan horas y horas de televisión repitiendo e instalando la idea de violencia”.
Su demagógico “basta ya de difamar” es un burdo plagio del creciente “basta ya de Colau”, al cual se suman los colectivos afectados por los desmanes de la comunada en el Ayuntamiento, su propia Guardia Urbana, las estadísticas de los Mossos, los comerciantes saqueados por los violentos habituales y una oposición blandengue. Y su socio Collboni ha pasado a ser su cómplice necesario. Afectada por el síndrome de Zelig, que describió A. Fernández en este diario, por sus fobias, complejos y delirios, la alcaldesa se otorga méritos de los otros y acusa a los demás de sus fracasos. Su nuevo hito histórico es triplicar a Madrid en la cifra de delitos sexuales. La paradoja es que su falsa Barcelona feminista y acogedora ya es la ciudad más peligrosa de España para las mujeres.
Son y han sido ella, admiradora de la Semana Trágica, y su corte de sectarios estalinistas los que han creado la mala fama de Barcelona. Antes de Colau, muchas de estas desgracias no pasaban. Pero ella se hizo famosa por sus escraches, sus boicots a eventos democráticos, su incitación a no respetar las leyes que no le gustan, sus disturbios contra los desahucios, las tensiones de su caos de la movilidad, su odio eterno a los vehículos de motor, su simpatía por las dictaduras sudamericanas y su populismo cada vez más agresivo. Y es su fama la que difama a Barcelona.